sábado, 23 de abril de 2011

Un plan increíble (Prólogo y Capítulo I)


Dicen, que incluso las ideas más locas están repletas de amor y de movimiento. Éste, es uno de sus grandes ejemplos y una singular historia. La historia de Hans Rivel; la historia de un sueño…

Capítulo I

Habían transcurrido apenas dos horas tras aquella breve reunión en la cafetería que se hallaba justo debajo de su oficina. Sentado en su despacho, meditativo y a la vez frustrado, Hans Rivel acababa de haberse inmiscuido en el mayor proyecto que jamás había soñado; mas no sabía cómo lograrlo. No obstante… créanme que lo consiguió.

Trascurría la primera década de 1900, cuando, gran cantidad de inventores y empresarios, se hallaban embelesados por la tecnología y su evolución. Unos soñaban con alas; otros con una perfecta navegación; otros soñaban con la Luna; y otros… con un sueño integrador.

Inspirados en los inventos de Hiram Stenvens Maxim y Samuel Pierpont Langley, entre otros, un grupo de empresarios habían decidido resueltamente buscar a un ingeniero e inventor, dentro de su grupo de confianza.

- ¿Cree Hans, que podrá conseguirlo? Sin duda para nosotros y seguro que para usted, es un gran reto, a la vez que un magnífico sueño – Le dijo uno de ellos al señor Rivel.
- Sin duda alguna lo es – agregó Hans Rivel, envuelto en mil pensamientos planeando sobre un diseño – Denme de plazo un año y medio – los caballeros asintieron – será entonces cuando nos veremos de nuevo – conluyó Hans, dirigiéndose a pagar su café y huyendo rápidamente a la oficina. Eso es lo que supe hasta ese momento.

Habían transcurrido tres horas tras aquella inquietante reunión en la cafetería, y todos los empleados del señor Rivel se encontraban al igual que él, inquietos ¿Cuáles serían los retos a los que deberían someterse desde aquel instante en adelante? Es más ¿Cuándo rebelaría en qué debían centrarse a partir de aquel mismo momento? ¡Cuánta intriga! ¡Qué desmadre! Muchos, se hallaban sentados en su puesto mordiéndose las uñas; otros, no paraban de golpear sin cesar contra la mesa la punta de sus lápices… la veda, aún no estaba abierta.

Una hora después, al fin, la silueta de la sombra de Hans Rivel a través del cristal de su oficina se dispuso a levantarse, dirigiéndose a la puerta que comunicaba con el salón, donde nos hallábamos todos nosotros, sus empleados.

- Chicos – exclamó, esperando que todos le escuchásemos con total atención – Es momento de centrarnos en este nuevo gran trabajo, y para ello necesito muchísima cooperación – advirtió – Lo primero de todo, quiero que os dividáis por equipos y forméis independientes grupos de investigación: el primero, buscará todo tipo de detalles con respecto a todo lo que se sabe de planeadores y todo tipo de artilugios de aviación; el segundo, que se ponga al día con lo último en barcos y navegables; el tercero en motores a combustión; el cuarto – recalcó el señor Rivel – el cuarto seré yo. Vamos a construir el primer aparato capaz de volar, navegar, caminar por tierra, y que a la vez, se pueda tripular – sin duda tras aquellas palabras se formó un gran murmullo – Por favor – llamó la atención Hans, tratando de silenciar aquellos comentarios – Por favor. Ya sé que a priori suena un sueño imposible; mas éste, en año y medio debe de ser una realidad – concluyó. Cierto fue que el caos reinante en la empresa aquel día no se pudo solventar, mas que buena parte del equipo de empleados, junto con el propio Hans sufrieron aquella noche de insomnio o pesadillas, mas al día siguiente, todos se pusieron a trabajar…

Unos recuperaban todos los trabajos de Otto Lilienthal, Percy Pilcher y Octave Chanute, grandes diseñadores de diferentes prototipos de planeadores; otros estudiaban en el campo de los materiales a emplear; algunos pasaron el día en una fábrica de astilleros; y Hans… no paró de pensar.

Durante más de tres meses lo único que se había conseguido en aquella oficina había sido generar la máxima entropía, llenando mesas, estanterías y pasillos de innumerables montañas de folios y carpetas, con la más dispar información ¿Cómo se podía abordar semejante empresa? Dos meses después, al fin un empleado decidió plantear el primer prototipo.

- Será una gran máquina con potentes motores y fabricado con hierro y acero – comentaba, ante los atentos ojos de sus compañeros y la incrédula mirada de Hans – tendrá unas enormes ruedas metálicas a modo de noria, con la suficiente consistencia para que el móvil pueda rodar. Todo ello propulsado por una máquina de vapor segmentada en cuatro cámaras, a razón de una por rueda, y que definirán tanto la velocidad como la dirección.
- ¿Y qué hacemos para el despegue? – preguntó Hans.
- Esta máquina, como ve en mi maqueta, posee una grandes alas entre noria y noria – proseguía explicando el audaz empleado – a priori los motores no pueden otorgarle velocidad suficiente ni gloria para que el aparato despegue, mas el mecanismo de propulsión de ruedas está diseñado con un ingenioso sistema de piñones y levas que permiten el avance sin opción al retroceso de la máquina – comentaba emocionado – Subiremos a una montaña con el aparato, así como en los tiempos de Lilienthal…
- Y con el descenso, así podrá planear – sentenció otro de los compañeros.
- Así es – finalizó el joven empleado.
- La idea no me convence demasiado, mas reuniré a los empresarios – dijo el señor Rivel – si prospera esta idea, necesitamos una importante inversión – concluyó, marchando raudo a su despacho. Muchos ya se estaban dando la enhorabuena.

Dos días más tarde, todos nos hallábamos impacientes, esperando la llegada de nuestro jefe, quien se encontraba de reunión. La espera mereció la pena - ¡Luz verde! - Gritó Hans subiendo a la oficina por las escaleras, originando así una auténtica oleada de algarabía y aplausos – Es hora de ponerse manos a la obra.

Con una fábrica de siderurgia a nuestra disposición, se dispusieron diferentes equipos para planificar la colosal construcción: unos preparaban moldes para los tornillos y las roscas; otros materializaban la estructura de aquel aparato casi sin forma de barco; sin forma de avión. Día a día; mes tras mes, la obra iba evolucionando favorablemente en pos de un deseado destino; en pos de un diseño temerario en la senda del inconmensurable triunfo o del impertérrito fracaso… ambos caminando juntos hasta la finalización del trabajo.

Deambulando por la fábrica, Hans se hallaba muy inquieto, paseando de allá en acullá, consultando su reloj y el calendario – Faltan apenas dos meses para la conclusión del plazo. Arengando a sus chicos para terminar la construcción cuanto antes, poco a poco se iba consumiendo el señor Rivel ante la idea de que aquel artefacto el vuelo no emprendiera; o tan siquiera flotar tampoco pudiera - ¡Por Dios! Aún falta revestir la cubierta y ya de por sí es muy pesado ¿Cómo pude hacer caso a un proyecto tan arriesgado? ¡Cuánto engaña la maqueta hecha de papel, y hasta ahora cuenta de ello no me he dado! – murmuraba así mismo.

Una semana después la construcción del prototipo había finalizado.
- Mi señor – exclamó el inventor del artefacto al señor Hans – el móvil se halla listo.
- Lo sé – le contestó Hans – Póngalo en marcha – añadió dando instrucciones, ante la alegría de todo el equipo – Salguemos de la fábrica y tomemos la carretera rumbo a la bahía; dirijámonos mar adentro y justo en el horizonte de nuestro hogar, demos la media vuelta para recuperar nuestras costas y nuestra osadía – prosiguió Hans Rivel, cual gran poeta – La osadía de subir a las montañas por la carretera , y justo en la gran colina, dejarlo caer para comprobar su vuela, o el destino nos desafía.
- Maestro ¿Qué ocurrirá si el invento fracasa? – preguntó el diseñador.
- Que tendremos poco más de un mes para idear y construir un prototipo nuevo.
- ¿Será posible? – volvió a preguntar.
- Ya lo veremos – contestó Hans – Mejor… esperemos no verlo.

El reloj marcaba las ocho de la mañana, en un nublado y fresco día de invierno; las compuertas de la fábrica se abrieron; los motores de la máquina al fin rugieron, elevando una gran columna de vapor de agua, que pronto se transformó en movimiento.

CONTINUARÁ…

Daniel Villanueva
23/04/11

Al amor con forma de mujer; Cristina… mi vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te quiero mi creador de sueños