martes, 19 de agosto de 2008

Edan, el Escultor (Parte III)

Y bien, mis compañeros de noche, a quienes invitaré a una ronda más de café o té, pues en estas oscuras horas hacia el mundo de los sueños tendemos. Fue justo en este instante, cuando surgió la magia convertida en madera ¿Cómo es posible? Formuláis una buena pregunta:

Jamás sentí tanta efusión al esculpir aquella pieza singular de madera. El cincel casi parecía realizar una extraña danza al igual que mis atareados miembros. Incluso he de admitir que más de una vez de mis ojos brotaron lágrimas de pasión, pues aquella figura transformada y perfeccionada por el buril era puro sentimiento; aquel contorno ovalado no era más que aquello que latía y se hallaba en mí muy adentro... bien saben los sucios muros del taller cuántas veces dirigí mi mano izquierda al pecho, para así poder percibir los latidos de aquel que se estaba esculpiendo; para sentir su forma conforme las ondas de su impulso traspasaba la carne, y se difundían con velocidad por mis nervios a modo de calco para mi cerebro. Una talla exacta en tamaño y sentimiento; el mejor regalo que podría realizar en cuanto a excitación esculpiendo y a talento.

Larga fue la noche permaneciendo encerrado en mi sucio pero amado taller, contemplando aquel corazón que relampagueaba fruto de la tormenta que con su gélida lluvia arreciaba las ennegrecidas cristaleras de la estancia, donde me hallaba absorto e indispuesto. Poco me importaba el retumbar de los muros y vidrieras con el rugir de los truenos; al igual que la filtración de agua procedente del propio suelo, que con el crecer de los canales seguramente ya habrían anegado la Plaza de San Pedro. Mientras aquella pieza permaneciese apartada del enturbiado manto de agua que había inundado un palmo el suelo no habría ningún problema, y al alba, finalmente partiría al encuentro de aquella quien pensaba que disponía de todos los merecimientos para poseerlo.

Poco importaba que el agua me llegase hasta el cuello; mientras mi nuevo corazón se salvase aún seguiría admirándolo sin mover un dedo.



Daniel Villanueva
19/08/08

lunes, 18 de agosto de 2008

May Be

May be
You smile because I talk
About this kind of thoughts
Behind which is my love.

Or may be
You smile because you want
Walk around my words
And leave our frights alone.

May be you smile because I crumble.
Or may be your eyes bright because the door…
Is open.
May be this time will be the one
To kiss your lips and love
Like never have been (done) before.

So no more words!
No more words!
Just care my burning soul,
To your hands I belong.

Take my heart!
Take my love!
This night of dreams just come
While moon lights from the door
Our first walk.

Daniel Villanueva para Absentia
15/08/08

lunes, 4 de agosto de 2008

El Creador de Sueños (Capítulo 12) Acto II: Canto de una Noche de Ensueño

Así las luces de la biblioteca se tornaron oscuridad para dar paso al nuevo decorado: un telón de fondo cubrió presto las ilustres estanterías, transformando el selecto escenario en un lúgubre salón de palacio ¿No asoma tras ese arco un pálido bosque infestado de gusanos?

A toda prisa, un corro de bailarinas acudieron danzando a recoger los papiros y tazas de café de la mesa, mientras la orquesta seguía sonando. Allá en el frontal izquierdo del escenario persistía impune, abandonada y álgida la batuta del Creador de Sueños, agitando el aire al igual que en los violines los arcos. Detrás, la mesa antes cubierta de plumas gastadas y libros, poco a poco iba rebosando de exquisitos manjares que más de uno en el público habría deseado dar un mordisco. La música sonaba cada vez más tétrica y suntuosa... el señor de aquella estancia pronto aparecería con su nueva adquisición en prosa. Todos aplaudieron la llegada de la Muerte y el Destino, expectantes de todo cuanto acontecería en aquella sala oscura y tenebrosa...

Impertérritos, ambos accedieron a la mesa festejando la mesa cual célebre gaudeamus, mientras nuevamente una sombra se deslizó entre los arcos, situándose tras el dueño del palacio de la negra rosa.

“– Tomad y comed todos de él, porque éste es el banquete final que será entregado cual cebo para los gusanos – exclamó el Creador de Sueños tras la muerte ensimismado – ¿Qué se les dará de comer una vez no quede vida en el árbol? Mas dirás que tu buen saber harán imposible la consumación de lo más sagrado ¡Oh, muerte, que podas las ramas más desgastadas paso a paso! Que inspeccionas la vida bajo la voluntad del propio árbol ¿No te extraña que ésta se encuentre hoy día junto a ti sentado? ¿A qué gusano entregarás la propia voluntad del árbol? Demos gracias que vos soñáis, pese a ignorar todos este dato.

Mas ahora decid ¿Qué es lo que más teme el jardinero más retratado? ¿Cuál es el pavor que puede amedrentar incluso a aquel que muerte es, y por consiguiente no puede ser asesinado? ¿Acaso no existe el miedo en vuestra concepción? Tal vez hablar de pavor en usted sea en vano, mas sí existe cierto clamor teñido de insano: es la consecuencia de vuestra ausencia de poder... lo sabes, y te está torturando – proseguía el Creador de Sueños alrededor de la Muerte murmurando – Jardinero eres... así los dioses te han nombrado; así ellos se deleitan con tu eterno y yermo trabajo; con el lánguido ir y venir por los bosques caminando, segando por orden cada uno de los caprichosos encargos – incluso el público se estremeció en sus asientos al ver a la Muerte agitarse con gestos tan malsanos – ¿La recuerdas? ¿Cómo olvidar sus ojos claros en la oscuridad avanzando? ¿Cómo deshacer en la mente horas y horas por el espejo de la vida mirando sus largos cabellos dorados? Sus gestos; sus manos ¿Cómo prescindir de aquella flor que nunca marchitó y que siempre amamos? – Incluso el Destino tembló al observar a su compañero en negros pensamientos ensimismado ¿Qué oscuras nuevas o recuerdos por su mente estarían navegando? – Largo tiempo ha que ejerciste de barquero pese a la negativa de recogerla; largo tiempo ha que deseaste aprovechar la corriente del río para secuestrar su alma, bajo el irascible asombro de los que nunca te pagaron con lo merecido.”

– ¿Qué ocurre?– preguntó asustado el Destino, observando al anfitrión estremecerse, derramando una copa de vino.

“–¿Por qué esperar al cantar de los gusanos, indicando que el alma de la que se deleitarán bien se ha cebado? ¿Acaso aún respetas quien el final de aquella bella historia había concluido y firmado? ¡Arrójalo a ese pastizal infecto, y yo mismo extraeré de las inmundas fauces de Hades tu tesoro más preciado! ¡Hazme disfrutar con el extinguir de su carne, y yo te recompensaré bien con la visión de aquella que siempre has amado! Porque yo soy el Creador de Sueños; porque yo soy capaz de hacer realidad lo que ésta no dispone en sus manos.”

Finalmente las palabras se hicieron hechos. Gritos de asombro, extenuados gemidos y aplausos anegaron de sensaciones el final de aquel acto enmascarado. Nuevamente la magia del teatro hizo imaginar al público un mar de gusanos reclamando la sustanciosa luz del destino. Aquel acto casi había concluido: presta acudió la Muerte para danzar con aquella que hacía milenios no había visto, y tanto anhelado.

– “Danza sin parar mi amigo – exclamó el Creador de Sueños desde el negro bosque, ocultando ciertas ramas a los ojos de la Muerte, de Dios, del Destino y de los gusanos – Sin duda el amor es una gran excusa para bailar, pues danzar significa rondar lo que más deseamos. Vivos o muertos, todos bailamos: unos con el amor y otros alrededor de un largo camino esperado o inesperado... parte Andréi en busca de un reino que jamás ha conocido ¿Será capaz de frenarle el Destino? ¿Quién sabe? Mas que sepa él que sin duda es mi protegido.

¡Todos danzamos alrededor de un sino! Lástima me dan aquellos que dicen llamarse dioses, que danzan en solitario por y para ser vistos ¡Soñad en vuestro mundo ególatra de opulencia sin sentido! Tal vez un día despertéis danzando solos... y sin amigos.”

Finalmente aquel mar de ilusión desapareció, dejando libre el escenario de toda decoración, estando únicamente presente la orquesta y el Creador bajo los coros del público enloquecido. Un mar de aplausos y rosas inundó por última vez aquel salón, cuyo telón iba poco a poco cerrándose al igual que la garganta del único quien en toda la obra no había aplaudido.

– No tema usted, don Piotr – dijo inesperadamente el Creador de Sueños situado esta vez al lado del padre de su protegido – bien sabe que he vuelto. Ahora bien: no toque a su hijo.



Daniel Villanueva