Toda historia tiene su fin
Pues nada dura eternamente
¿Qué alma se atrevería a vivir
en una tierra inexistente?
Un extraño brillo cubre las sombras;
El aire cobra perfume en un sin fin de aromas
Una singular lluvia color púrpura emana del cielo:
Son las lúgubres rosas, despetaladas y al viento...
Viento: no más que una suave brisa que a la mañana acompaña...
Que lo agita todo pese a la calma.
Único prestigio de sonido...
Lejos suena una campana con profundo tañido.
Los pétalos bailan... la brisa se agita
Cae singular lluvia sobre el pueblo que grita
Con voz endeble, todos erguidos y miradas al frente:
“¿No es él quien un día vino a verme?”
En un altar al sol yace un hombre antaño malherido
Que ante todos se muestra hoy inerte.
Aún conserva su rostro embellecido...
Mañana no estará presente.
Levantan su cuerpo a hombros, camilla vigente.
Pronto inicia su triste avanzar.
Largo es su recorrido ¡todos podrán verle!
Una suave brisa trae consigo un olor a azahar
El gentío enmudece
Desfila ante ellos el amor
Y tras él la esperanza perece.
Suave brisa que sus cabellos mueve
Largos ellos... de la camilla penden.
Qué tierno rostro y que impronta muerte.
Su alma lloraba en dolor,
Mas fuera su firme semblante aún permanece.
¡Firme al amor!
¡Firme a la esperanza!
¡Qué eterno dolor
desgarrada flagrancia!
El desfile toca a su fin
El templo aguarda su llegada.
Llegó el final de este existir...
Su lápida está reservada.
Abran las compuertas
Y tras ellas verán un brillo color esmeralda:
Allí reposará su alma feliz
Y por siempre junto a su espada.
Espada de eterna lucha
Y que hoy acaece.
Ojalá pronto vuelva a resurgir,
Y su portador... regrese...