lunes, 19 de noviembre de 2007

Trazos Cruzados (Desenlace)

“ Dime qué vas a hacer, ángel dormido: anoche fuiste sentimiento; ahora un profundo suspiro.

Heme aquí preso de tu cálido abrazo, mientras tus ojos en un plácido sueño andan sumidos ¿En qué rincón del mundo tu alma navega, ahora que tu faz se torna risueña? Seis años ha que he deseado sentir momento tan propicio; seis años de renuncia a esa pieza que sin permiso llevasteis, y presta se halla de vuelta, en esta noche rodeado de velas.

Fuera la lluvia arrecia: infinidad de gotas navegan hacia su propio sucumbir, estallando en mil formas al contactar con la tierra; infinidad de regueros discurren marcando un azaroso camino hacia un nuevo existir... ese existir que genera un sentimiento, digno de mencionar y por mil lares difundir ¡Cuan feliz me siento! ¿Te sientes así?

Bien veo que no hay respuesta... sigue durmiendo: largo tiempo dure este instante... también dormiré recordando la candidez de esta noche al son del agua discurrir; al son de esas gotas deslizándose por las empañadas cristaleras que con más fuerza difunden el fulgor de esos rayos, en lejano transcurrir.”

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- Ha llegado la hora... ¿me estás escuchando? Bella mujer: heme aquí representado como vuestro propio ser, carnal e insignificante. No obstante bien debes saber cual es mi verdadero proceder. Bien debes conocer los frutos de mi esencia.
- ¿Por qué me has despertado?
- Te equivocas: raro puede ser tu parecer, mas aun sueñas. Bienvenida a mis infinitos dominios, donde entre agitados mares de escritos e ideas navegas. Has sido llamada para cumplir el último trazo de esta historia, que rauda marcha al compás del telón que cierra.
-¿Tan pronto?
- Ya ves.
- Y bien: ¿Qué me otorga la eminencia del destino?
- Bien sabes que éste es cruel: si no pregunta a las leyendas.
- Ahorre su discurso: mi amado paciente espera
- ¿Amado? ¿Acaso podrías atreverte a decir eso? Cierto es que él sí te ha amado, mas tú le abandonaste en un abismo al cual tras seis años le haces volver. Sin embargo no seré yo quien os recrimine mencionado aspecto; todo lo contrario... mas dime: ¿Verdaderamente has amado, o quizás ha sido una vana ilusión fruto de un sueño, con mi puño forjado?

Cuan fácil es atribuirse el mérito ajeno... sueña el actor compararse con el guionista y director; sueña compararse con el creador de sueños, artífice de la obra y principal motor.

¿Por qué te sientes compungida? ¿Quizás tus rojizos labios gritan al oído que lo sentido esta noche sólo ha sido una fugaz pasión? No ocultes tu infantil rostro afligido: se acabaron las noches de abril; un frío, seco y yermo páramo se apodera de ti. Condenada eres a sentirte así: lo dicen tus labios; se estremecen tus oídos.

- Efímero
- Cuan bien pronuncias esa palabra, desconsolada. Con pleitesía te rindes a mis pies, sumisa, deseando amargamente escuchar cuales son las últimas dicciones. Los retazos de esta amarga historia tornan a su fin.

Cruel es el destino: más tú lo dijiste así....

Es hora de regresar... la obra de teatro ha finalizado: el escenario oscurece, mas todos los actores y el público han marchado ¿Acaso quieres seguir bailando al son de una melodía únicamente presente en tu mente? Ni siquiera los fantasmas del pasado irrumpirán con sus estrambóticos aplausos. Mírenla entregada a un papel que en vida jamás ha representado; ceñida a un rol que como a cualquier actriz encargaron, y tal era la necesidad en su ser de expresar un sentimiento que jamás había sentido ni imaginado, que ahora se aferra llorosa y fiel a un guión no obstante caducado.

En balde tus lágrimas servirán: esas que inconscientemente por tus mejillas se deslizan, anegando las sábanas que compartes con el que dices haber amado.

El destino ha sido cruel: tras sus últimas líneas, él ha firmado.

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“ Siempre habría deseado presenciar al menos uno de esos amaneceres, de los que él con pasión en sus cartas le había relatado. La lluvia seguía cayendo; la noche no había cesado.

Por un momento se paró a meditar todo cuanto hacía unos instantes había soñado, observando con amargura todo cuanto le rodeaba, especialmente a quien aun seguía abrazando.

- Bien sé que nunca me abandonarías- susurró ella entre llantos- mas cuánto daño te he causado. Toda una vida por mí renunciarías; tus actos lo han demostrado, mas hay de mí, que en mi interior clama un algarabía de oscuros sentimientos y presagios la necesidad de abandonarte, pues nunca he amado.

Las sábanas al fin se irguieron, levantándose ella con su cuerpo desnudo y rostro resignado. Las agujas del reloj marcaban que aún tarde amanecería. Nuevamente la lluvia con fuerza irrumpía, decorando las cristaleras con su violento caer, mientras dentro de la estancia las últimas velas iluminadas, testigos de la tragedia y el placer, sucumbían en la oscuridad, volatilizando su fuego.

Un fantasma atraviesa la estancia; una paloma por el rosetón escapa portando de nuevo su pieza roja de cristal, que jamás volverá a su lugar original.

Sus prendas aun permanecían mojadas en el suelo... poco importaría, pues fuera seguía lloviendo ¡Ábrase la puerta! ¡Ábrase el desierto! Una última mirada, y un adiós funesto. Nunca más volvería; jamás se repetiría aquel momento...

Mis trazos siempre van aparte, mas todos se cumplen... pese al descontento.”


Daniel Villanueva
17/11/07

miércoles, 14 de noviembre de 2007

La Leyenda del Caballero del Firme semblante

He aquí la Leyenda del Caballero del Firme Semblante
Quien mil cabezas en espada hendía.
Sus fracasos penden ahorcados al aire desafiantes
Pues él les dio fin un día

Todos sus miedos son cirios errantes,
Mas que tiemble uno si porfía,
Pues nuestro señor es todo un estandarte,
Misericordioso sea Dios, y que le dé a aquel rauda agonía.

Es ésta la Leyenda del Caballero del Firme Semblante:
Luz de todos, pero armadura hendida;
Guía del Navegante
Aunque en una isla perdida.

Dime si tras esa máscara flamante
Hay espacio para una nueva cicatriz;
Si tras esa túnica elegante
Existe un cuerpo capaz de persistir.

Contra mil tormentas tu barco embestiste
Y en guerra tu bandera jamás dejó de existir,
Pero dime si en esta era de villanos y tristes
Tu rostro permanecerá imperturbable y feliz.

Ésta es la Leyenda del Caballero del Firme Semblante:
Nunca quiso que lo tacharan de firme baluarte
Pero su pueblo lo quiso así,
Pues nadie luchó por ellos
Mas él sí.

Dime Caballero del Firme Semblante:
¿Serás capaz de resistir?



Daniel Villanueva
08/06/2006

lunes, 12 de noviembre de 2007

Trazos Cruzados (7ª Parte)

“ Hoy la madre Tierra me ha encargado un extracto digno de sus oídos. Bien sabe que por nuestro turbio amor ella me obliga, y yo la obligo. La complaceré con mucho gusto, mas no habrá que retirar la pluma de estas letras, pues lo que me propongo a relatar para deleite de sus sentidos, tal vez sea en esta historia que todos conocen el guión ideal, y ambos quedaremos complacidos:

Esa noche no parecía haber momento para el idilio: tal era la profundidad de su consternación, que le había pedido a ella dejarle a solas en su hogar, para poder encontrarse consigo mismo. Y allí se hallaba él, sentado en el suelo frente a la chimenea, observando cómo entra las agitadas llamas se perdían sus brillantes ojos, por el sueño entumecidos.

Fuera la lluvia arreciaba las tejas de su casa, produciendo aquel particular sonido que tanto le agradaba, y máxime aquella noche en la que buscaba relajación y una taza de té mientras escuchaba una vieja canción a voz y piano compuesta por él, la cual escuchaba atentamente mientras la cantaba entre susurros perdidos.

Tal vez el calor de la casa al son de las llamas de la chimenea contrastaba con el frío de su corazón, que no obstante bien se había percatado de que éste no se hallaba dormido.

La noche transcurría con el sonido de los truenos, ecos de una tormenta que se acercaba, mientras otras por el horizonte ya habían desaparecido. El reloj marcaba la tercera campanada, cuando al fin un viejo cuaderno de cuero con el tiempo ennegrecido, al fin calló de su regazo al quedar él dormido. El cálido abrazo de la chimenea más la suavidad de la canción habían cumplido con su cometido. No obstante pronto despertó, y como preso de un hechizo, casi parecía haber recuperado las fuerzas, que el sueño arrebatarle parecía haber conseguido. Su mente rebosaba de claridad, tal vez esperando inconscientemente el momento que tras escasos metros le esperaba, de donde él se encontraba tendido.

¿Llaman a la puerta? ¡Adelante! Igual que suave se cerró por última vez, suave abrió: allá se encontraba ella, con sus negros cabellos empapados en agua de lluvia, al igual que sus vestiduras, que no obstante cayeron al entrar al pasillo. Ambos sabían que ocurría, pese a que sus labios habían enmudecido. Segundos después entre agitadas sábanas danzaban erguidos de rodillas al son de los relámpagos que, más allá de las cristaleras, iluminaban sus cuerpos desnudos durante un breve destello de tiempo. Ambos parecían caer en una profunda pasión que jamás habían sentido. Tras sus sombras, pendían largas cuerdas dominadas por una sensación, que ellos conocían, pero cuyo nombre no se atrevían a decirlo.

A lo lejos sonaba aquella canción: una lágrima, victima del último soneto, se precipitó sobre el fuego ardiente que en su pecho bullía. La noche fue larga... ¿Qué ocurriría mañana? Ni siquiera lo sabían: será cosa del destino.”

Daniel Villanueva
05/11/07

lunes, 5 de noviembre de 2007

Trazos Cruzados (6ª Parte)

ESCRIBIÓ ÉL:

“Bien sabe la historia a la perfección, que los fantasmas del pasado siempre vuelven. Con ahogo y espanto se retuerce mi mente tras ver esa sombra que creí haber olvidado.

Suenan las campanas del reloj: bien sé que las horas de esta infausta noche con celeridad están pasando, mas que este diario que entre mis brazos se halla, hace mucho tiempo debía haberlo quemado. Aún estoy a tiempo: la madera envuelta en llamas y los rescoldos con fuerza crepitan. Ten valor: arroja al ardiente infierno la memoria de mis palabras escritas: de nada sirve; yo al menos no puedo.

La pluma que antaño escribió angustiosas páginas, de nuevo vuelve a cumplir su oficio; tinta y papel, que de nuevo se han cruzado, rendirán culto a una historia que se torna en maleficio.”

ESCRIBIÓ ELLA:

“- He vuelto...
- No: has muerto...

Aún me estremezco al recordar esas palabras, mas no fueron sus labios los que las pronunciaron: esos cabellos de vívido color que entre su espalda se deslizaron, suave pero con firmeza la puerta ante mis ojos, cerraron.

Más, hay de mí, que tus ojos nunca abandonaron los míos. No sé quién de los dos quedó hipnotizado: tal vez los dos al unísono. Extiende tu mano y dame la libertad para escapar de mis deseos cautivos. En esta cárcel de sueños presa me tienes; ojalá fuera algo físico. No sé que hacer: tu presente nos ha apartado, mas sé que tus ojos... esos, vinieron conmigo.”

Daniel Villanueva
04/11/07