jueves, 19 de febrero de 2009

Tal Vez...



Esta vez no es un gato quien reposa en tu ventana.
Esta vez, mi cuerpo sin sombra se deja ver.
Esta vez no es una fría noche de invierno que amilana...
No esta vez.

Esta noche cuelga una capa de tu ventana,
Y unos largos cabellos apenas se mecen con la brisa y su vaivén.
Esta noche el azahar perfuma toda tu casa,
Y desde la calle sólo se escucha el discurrir de las hojas, paulatinas y en tropel.

Esta vez mi mirada se halla meditativa y embelesada,
Y una leve sonrisa se escapa de mi ser.
Esta noche alta ilumina la Luna
Esta noche... tu doncel se halla a tus pies.

¿Por qué abres los ojos atemorizada,
Si soñabas con el propio vergel?
Bien sabes que algo se halla sentado en tu ventana
¿Será eso, o será él?

Bien sabes que no había pétalos sobre tu almohada,
Ni velas iluminando tu cándida piel.
¿Por qué no ronronea el gato,
Y en la mesilla aguarda un vaso de leche con miel?

¡No te estremezcas!
Pues al mirar, nada habrás podido ver.
No habrá más visión que los visillos y el viento,
Y tal vez mañana... allí estaré.


Daniel Villanueva
18/02/09

martes, 17 de febrero de 2009

Edan, el Escultor (Parte IV)

Así, una vez llegada la mañana, espléndida y luminosa, me dispuse a lavarme y a vestirme con mis modestas, pero mejores galas. Un fino pañuelo de seda bastaría para cubrir a aquel, quien del tamaño de un puño iba a ser entregado cual ofrenda.

Tal y como me temía, las aceras de mi barrio se encontraban dos palmos anegadas. Era de suponer que las calles cercanas a su hogar también se encontrarían en el mismo estado, por lo que mis pies jamás llegarían secos a su palacio.

Los nervios afloraban, y varias veces intenté llamar al portón de su casa, siendo todos mis intentos inútiles. Durante un instante alcé la vista al cielo, viendo surcar oscuras palomas rumbo a las gárgolas de aquella gótica estancia, cual mal presagio, que al son del abrirse de la puerta del palacio, se acercaba…

¡ Por Dios, que aquella misma mañana vi surgir de entre las sombras del palacio al mismísimo diablo! Aferrado cual fiera a los brazos de mi amada, y ella entregada a la pasión de un encuentro no obstante deseado.

¿Dónde se halla mi corazón? Duele tanto mi interior que casi parece haberse quebrado; peor aún… seguramente había sido extirpado, derramando su sangre a borbotones; mi sangre, que emanaba cual estruendo al son del crujir de la puerta, y del puñal que acuchillaba mis pupilas de su fiera mirada.

Pobre corazón esculpido, cuya desazón hizo precipitarse al vacío partiéndose en dos; por un lado el alma, y por el otro mi dolor.
- Pobre Edan – replicó ella, llevándose sus manos al corazón; cubriendo sus arañas negras que mordían en rededor. Lento y desafiante marchó su nuevo amante mirándome altivo y escapando de aquella situación “¡Ahí te quedaste!”, seguramente pensó. “Ahora mando yo”.


Daniel Villanueva
17/02/09