sábado, 10 de marzo de 2012

Cartas en el camino (Capítulo 3: Niebla en la mañana)


Tras una tensa espera y tras comprobar que nadie más se había acercado al campamento, decidí desmontarlo apresuradamente para acampar en otra parte. Si un loco y una niña, dormida ahora en el nuevo campamento, habían descubierto aquel rincón, no sería de extrañar que aquellos tan temidos soldados, apareciesen en cualquier momento.

Pese al llanto, Madelaine, aquella chiquilla perdida de apenas ocho años, trató de ayudarme en la mayor medida de lo posible, cargando ciertas cosas de poco peso que no me había dado tiempo de empaquetar y cargar en el caballo. Apenas quince minutos después del inicio del desmantelamiento, la marcha ya había comenzado a través del espeso y húmedo bosque, envuelto en una fina y laxa niebla, no obstante en crecimiento.

Tras una hora de marcha en busca de la región con más maleza, finalmente decidí acampar, al observar con lástima a aquella triste niña, casi sin abrigo y con unas profundas ojeras.

- Suerte has tenido – le dije a Madeleine tras contarme, hacía casi dos horas , su terrible historia – mas ahora no te preocupes; descansa el tiempo que dure la noche, que al alba partiremos hacia casa.
- Muchas gracias señor Messadié – me dijo justo antes de quedar completamente dormida. Pese a querer escapar de este infernal sitio, me resultaba imposible exponer durante más tiempo a aquella chiquilla perdida, al frío. Pese a que no iba a demorar mucho el tiempo de espera en la cabaña, al menos prefería partir con el alba, teniendo así más opciones de vislumbrar la salida de aquel temible bosque.

Dormir me resultó imposible; al menos aquella noche. Más tarde, a pesar de mi lamento, tras la primera media hora del alba, desperté nuevamente a Madeleine de su breve viaje por los sueños.

- Buenos días Madeleine – le dije suavemente – Siento tener que despertarte, mas tenemos que partir.
- Lo entiendo – contestó ella muy elocuentemente, pese a su corta edad – Ha de partir para entregar su carta, del mismo modo que yo tengo que reunirme con mis padres – aquellas palabras aparentemente inocentes me traspasaron.
- Un momento ¿Cómo sabes que he de entregar sólo una carta? – Madeleine quedó perpleja ante aquella pregunta; al igual que yo, ya que en ningún momento le había explicado mi misión el momento en que nos conocimos.
- Usted es cartero ¿Quién si no va a enviar cartas? Mas no creo que en estos tiempos circule demasiado correo; a mi pueblo apenas llega nada – Aparentemente me había convencido.

Desviando mi atención a la neblinosa mañana, traté de hallarme aún más en el tremendo despiste de aquella noche de terror, carreras e histeria. Desde luego pensé que tendría que caminar para así volver de nuevo a situarme en el mapa, pese a la dificultad de la espesa niebla, aún más creciente conforme se aproximaba la verdadera mañana.

Le ofrecí un par de galletas de las pocas que me quedaban, quizás con la esperanza de encontrar a algún mercader en el pueblo de la chiquilla, que me vendiese alimento y provisiones para los días que aún me quedaban de viaje. Al menos su pueblo era el más inminente en ruta; se trataba de La Charité-sur-Loire, el cual, pude encontrarlo gracias a sus campanas procedentes de la iglesia. Por suerte no se hallaba demasiado lejos, y una vez allí, Madeleine resultó ser una guía excepcional.

Sus padres, muy agradecidos, me proporcionaron un excelente surtido de provisiones a la vista de los días que me quedaban por delante.

La marcha fue tranquila, aunque cansada aquel día, si bien fue Rodrigo quien más cargó conmigo mientras dormitaba al son de su tranquilo trote ¿Qué me esperarían las venideras noches?


Daniel Villanueva

viernes, 9 de marzo de 2012

The Second Exploration. Prólogo: Una regresión de lo inverso

“Cuánto me gustaría describir el verdadero comienzo de este viaje. Lo cierto es que todo fue desconcierto y oscuridad; sombras y tinieblas… y todo en un bosque siniestro.”

– ¿Estás seguro de ello? – me preguntaron – De acuerdo; no pierdas la concentración – me decía aquella voz masculina con un ritmo pausado, suave y agradable – Continúe con su viaje.

“Realmente no sabría decir si se trata del final de la aventura o sólo el principio. Una vez había abandonado aquella fría mesa vacía; aquel rincón ocupado y a la vez desamparado… mis pies tomaron rumbo a lo desconocido.”

– ¿Fue usted hacia el bosque? – Bien sabía que mis ojos se hallaban cerrados, mientras se producía aquella conversación; así lo requería el ejercicio. Mas ¿por qué tenía la cierta convicción de que el interrogador había abandonado la lectura de sus notas para observarme con mayor detenimiento? – Relájese; creo que se está despistando.

“¡Para nada! Algo no marcha bien; puedo sentirlo.”
– ¿Por qué ese rostro? ¿Sucede algo? Por favor – me avisó – Trate de relajarse.
“Hay alguien; o algo. No sabría explicarlo, pero… creo que me siguen.”
– ¿Les puedes ver? – me preguntó, mostrándose muy interesado.
“No aún. Parece que pretenden esconderse, aunque los siento. Cada vez se hallan más cerca; cada vez…”

Aquellos segundos parecieron eternos minutos. Mi respiración se había vuelto más y más acelerada; mi rostro, sin dudar, evidenciaba un profundo miedo – Cada vez ¿qué? – exclamó aquella voz. Apenas existía coloración alguna en mi rostro; únicamente permanecía aquel ligero tono rojizo en mis mejillas, propias de una reacción somática frente al sofoco y al frío. No tardé en gritar y pedir ayuda; una ayuda que se me antojaba imposible en aquella pesadilla que experimentaba – Tranquilo ¡Sólo es un sueño! Usted no corre peligro – pese a escucharle, no era capaz de creerle. Tampoco, del mismo modo, era capaz de describirle semejante infierno, más allá de lo concebido por Dante – “He de salir de aquí” – gritaba desesperadamente – “¡Auxilio! ¿Dónde estás? ¡No puedo verte!” – exclamaba – Entonces dime qué ves – añadió aquella voz a mi comentario.

“La única salida se antoja en ese frío pasillo. Está semicubierto por nieve, ramas de árboles y abundante maleza ¡Tengo miedo de quedarme allí atrapado! ¿Qué ocurrirá si me alcanzan?”
– No pienses en ello y céntrate en la salida – me ordenó.
–“¡Ahí vienen! ¡He de salir de aquí!”
– ¡Calma, calma! Trata de contener la respiración; únicamente es un sueño – me animaba – “¿Un sueño? ¿Cómo deshonrar semejante palabra?” – protesté – ¡Concéntrate! – me dijo – Aún estás a tiempo.

“Eso dice el reloj; éste se ha invertido”. Nuevamente podía sentir su mirada perpleja, la cual en buena medida esperaba que prosiguiera mi narración. “Los granos de arena fluyen a su libre albedrío ¿Habrá merecido la pena?”
– Ahora bien ¿Desea despertar? – me preguntó, esta vez con un tono más cordial y fluido, muy lejos de su voz suave inicial o de sus gritos de apoyo. Ante su respuesta, asentí – Sólo hay una pregunta más ¿Queda alguna imagen prisionera en su mente? ¿Alguna que circule por ella en este presente? – En efecto quedaba una. “Más que una imagen es una secuencia; y más que un pensamiento parece un presentimiento; un silencioso y a la vez sonoro presentimiento…”


Daniel Villanueva
24/01/12


Año nuevo; novela nueva, y puede que en un futuro no muy lejano, proyecto musical en solitario nuevo (aunque para esto debe estar finalizado el disco "The House of the Lost Lovers".

Pese a haber escrito esto y más cosas en los meses de Enero y Febrero, bastantes dificultades a nivel personal han impedido que mi ánimo se encontrara lo suficientemente bien, como para publicar. De ahí a estos dos meses de ausencia. No obstante, de aquí en adelante espero ir publicando más capítulos de esta novela y otras cosas, al ritmo habítual de una entrega mínima por mes. Saludos a los muy escasos lectores y espero que "The Second Exploration os guste"