lunes, 24 de septiembre de 2007

Trazos Cruzados (3ª Parte)

9:06 am. La estación de trenes rebosaba de agitación y humedad, y entre muchos de los trenes que de diversos lugares llegaban, uno portaba a una persona especial.

Fue la primera en atravesar el umbral de la puerta del tren, dispuesta a realizar un cometido singular. Tal vez el aire fuera el mismo de siempre, pero para ella cobraba una fragancia sin igual. Siempre había viajado a muchos lugares, mas nunca con un propósito semejante ¿Quién le iba a decir que una acumulación de sueños acerca de un amor caído en el olvido, iba a hacer precisamente hacer encontrarle después de 6 años, en los que ella apenas procuró mantener el contacto y la amistad?

Su cabeza no paraba de darle vueltas: pese a que ya había llegado a la estación de tren, largo tiempo allí permaneció meditando acerca de si era correcto, o al menos cabal cometer dicha empresa, que no presagiaba hallar buen final.

En su maleta aguardaban decenas de cartas escritas a lo largo de esa pequeña historia que nuevamente parecía continuar ¿Por dónde empezar? Ya sabía que existió el mismo remite, y que la dirección con un mapa fácilmente lo iba a localizar, mas ¿cómo se iba a presentar? Aquello parecía una locura, y más de una vez decidió abandonar ¿Acabaría tan solo haciendo una visita turística para luego a casa regresar? Incluso ella admitía aquello como un acto cobarde, pese a que en su instinto el concepto de aventura apenas tenía cabida ni lugar.

Aquel día no hubo palacio ni monumento que visitar; ni un parque ni un estanque; tan sólo el lento pero impasible goteo del tiempo, y ella tumbada en la cama meditando, en un hotel de la ciudad.

“ ¿Qué has hecho? Heme aquí perdida en una avalancha de pensamientos, y todos ellos no consigo resolverlos... ni tan siquiera olvidar.

¿Qué diablos he hecho para tener que recordar tan viejos momentos, que desgastados en apariencia ahora me sorprenden con un doble filo que mi alma ha conseguido rasgar? ¿Cual es la razón de mis sueños? ¿Cuándo acabarán?

He de cuidar bien cenizas y rescoldos, pues un incendio han conseguido inflamar. Esa mezcla de hojas secas inmersas en tinta finalmente entraron en combustión, arden, y hacen mi pecho estallar. Apenas se distinguen los latidos de sangre agitados con los del furor, entrelazados ellos sin ton ni son.

En un rincón estabais aparte: ahora os encontráis en el centro de mi corazón”.

Daniel Villanueva

24/09/07

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