lunes, 17 de septiembre de 2007

Réquiem por una tierra enferma.

El Sol de este horizonte ya se ha ido, y tras su luz la oscuridad se hará cargo de hacer sentir su presencia. En esta dehesa extensa, cada vez con más cicatrices y castigada por quien se considera dueño de ella, levanto mi mirada hacia el infinito en busca de muchas respuestas:

He perdido la inspiración, la libertad y mi leyenda; creía haber encontrado mi camino y es ahora cuando se presentan ante mí mil barreras ¿Qué he hecho mal? ¿Acaso es demasiado pedir aquello cuanto mi corazón anhela?

He congelado mis lágrimas, y con ellas he apagado el latir de mi corazón; he suplicado a los cuatro elementos la luz para mi camino, y si es posible que ésta me guíe hasta la meta.

Me siento como un guerrero abatido suplicar clemencia; como una llama agonizante en medio de la tormenta... ese guerrero que antaño luchó severo en busca de su leyenda hoy muere en pos de una infranqueable latencia.

Las velas se apagan... mueren en su propio respirar; también este horizonte teñido de sangre expira su última hora, asistiendo a su réquiem las estrellas.

Un grupo de mochuelos vuelan y cantan tristes en sus últimos años de existir en estos campos de olivos, cada vez más enfermos por esa capa gris que conforman avenidas, ladrillos y tejas. Siento como este páramo fallece y me observa agonizante, deseándome que algún día sea cumplida mi leyenda.

Descanse en paz Sevilla: el verdadero tesoro de tu nombre, muere al ampliar tus fronteras.

Daniel Villanueva

28/01/06

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