jueves, 25 de diciembre de 2008

El Creador de Sueños (Epílogo) Su Nombre

Un día desperté y dejé de contar inviernos… cual ave migratoria alcé el vuelo rumbo al cálido oeste europeo. Allí los abrigos eran más laxos, y jamás se avistaban veinte grados bajo cero. Los tilos se transformaron en frondosos hayedos verdes. Y no dudo en el verde primaveral de los árboles de donde provengo, pues incluso las hayas se desvisten de sus atuendos en invierno; nada de eso, aunque sí los tilos visten de hojas durante mucho menos tiempo. Pero no precipitemos los acontecimientos.

Un día desperté libre, pero sin dinero. Desesperado traté de encontrar en algún recoveco de las intrincadas calles moscovitas al Creador de Sueños ¿Dónde podría haberse guarecido? ¿Acaso no perdonó mi pasada osadía y mi posterior lamento? Realmente no sentía eso por dentro, mas ¿dónde se escondía? Opera tras ópera, teatro tras teatro, buscaba su orquesta con mis escasos ahorros de duro trabajo y sufrimiento ¿Dónde estaría? Cuántas veces se repetían en mis sueños las obras de Alexandr Griboiédov , las poesías de Alexandr Pushkin y todo aquel elenco de dramaturgos y poetas rusos, que algunos representaban en vida y otros, por desgracia, no llegaban a contarlo desde hacía tiempo. Ni qué decir cuántas veces se representaba cual sinfónica en mi mente las obras de Chaikovski. Se sintiera hombre o no, eso era lo de menos ¡Cuánto me apasionaban sus obras! ¡Y cuánto les apasionaban a aquellos que, no obstante, vociferaban a las puertas del teatro las posibles tendencias del maestro!

Casi sin darme cuenta, poco a poco fui abandonando aquella desesperada búsqueda, para finalmente enrolarme al ardor que había ido forjándose en mis adentros… un día quise abandonar mi escoba y convertirme en maestro; un día soñé con mi propia compañía teatral, y recorrer con ella el mundo entero. Y en efecto abandoné las calles, para así poder barrer el teatro por dentro. Ya al menos no tendría que pagar por ver las obras que se representaban en aquel teatro viejo, e incluso podría escoger el lugar para verlo ¿Quién si no, el responsable de mantenimiento, podría elegir ver la obra entre bambalinas o desde el palco más selecto? Quizás no me dieron las llaves para ser maestro, mas a mi alcance tuve la cerradura para observar por ella qué se cocía por dentro.

Seis años después al fin llegó mi golpe de suerte: como todas las noches, terminaba de limpiar en horas de madrugada el teatro tras un evento, cuando vino a avisarme el conserje tras preguntar por mí un caballero. Por un momento mi rostro gozó de felicidad creyendo que aquella visita correspondía sin duda a la del Creador de Sueños ¿Cuál sería su verdadero nombre, por cierto? Corriendo como un poseso por los pasillos acudí de inmediato al hall para recibir a mi soñado caballero, mas qué decepción al principio: aquel hombre tendría sesenta años al menos.
– Es usted Andréi, supongo – me dijo pensativo y con el rostro serio.
– Así es ¿Qué ocurre? – le dije algo preocupado.
– Siento traerle malas noticias, pero he de comunicarle que sus padres han muerto – ¿Malas noticias? Jamás habría pensado eso. Al parecer la primera en caer fue ella tras una rápida y lastimosa enfermedad de hígado, de la cual nada pudo hacer el médico. El siguiente evidentemente fue mi padre traspuesto: nadie acudió a visitarle cuando mi madrastra hacía semanas que en el dormitorio había muerto; nadie le dio de comer; nadie lo abrigó ni encendió la chimenea en aquellas noches de duro invierno.

Un día desperté siendo libre y sin dinero; y una noche fui a dormir sin saber cómo invertir tanto dinero. De la noche a la mañana era millonario, y ya podría cumplir en lo material todos mis sueños.

Las primeras obras apenas tuvieron repercusión; las siguientes acogieron un éxito tremendo. De Moscú me trasladé a Alemania; de Alemania a Francia; por España un ligero paseo… y finalmente vi la luz en Italia, donde mis obras siempre registraban un lleno completo.

Fue en una de esas noches venecianas de aforo completo; una de esas noches de sepulcral silencio y al final, un estruendoso aplauso con merecimiento, cuando entre nobles y ricos en el palco más distinguido, una sombra pareció levantarse raudo de su asiento ¿Qué extraños atuendos? Pensé, mientras los actores de la obra sujetaban mis manos para inclinarnos al público selecto. Juraría que… no. No puede ser ¿Qué haría él aquí después de tanto tiempo? Pero era tan parecido.

Acosado a continuación por un mar de preguntas, mientras discurría por los lujosos pasillos de la Ópera de la Fenice, nuevamente pude intuir su sombra entre el grupo de los periodistas – ¡Andréi, un segundo! ¿Andréi, dispondría de unos minutos conmigo? ¡Gaceta italiana! ¿Qué le ha parecido la respuesta del público durante el estreno? – estúpida pregunta ¿Cree que por aplaudirme me he sentido ofendido? – ¡Enhorabuena! Lo has conseguido – Muchas gracias, dije sin pensar, mientras mi mente advertía cuánto se asemejaba aquella voz a la del… ¡No! Otra vez ha desaparecido ¡Creador! ¿Dónde estás Creador?

Bien me valieron esas palabras para ser portada al día siguiente en la prensa: “el célebre dramaturgo Andréi, agradece a Dios el éxito de su nueva obra en la Fenice tras buscarlo por los pasillos”. Y yo que a él precisamente nada le había pedido; al menos me gané al público más devoto del país, quienes tomaron aquel acto de locura con humor y optimismo. Lo que estaba claro es que tras aquel episodio, mi deseo de encontrarle había renacido.

Los siguientes días en la Ópera veneciana fueron igual de infructuosos: con o sin cebo; con o sin discurso de agradecimiento en el que su figura adquiría todo el protagonismo… su figura jamás accedió a hablar conmigo – ¿A qué vendría aquella felicitación carente de ironía? Juré que sus palabras en el estreno fueron cordiales y honestas ¿Realmente habría sido el Creador de Sueños? ¿Cuáles serían sus verdaderos apellidos?

Los días precedieron a los años; el amor al matrimonio; el matrimonio a los hijos… todos ellos fueron decenios de felicidad. Toda una pléyade de momentos felices y propicios en la que iba haciendo realidad todo cuanto el Creador de Sueños me había prometido ¡Pobre de mí, que no puedo agradecer al autor de la bonanza de mi destino! ¡Pobre de mí, que todos mis sueños menos uno, se han hecho realidad nada más pedirlo!
– ¿Y no crees que es malo vivir cuando todo lo deseado se ha cumplido? – me preguntó una voz sin procedencia a las orillas del Mockba, siendo ya anciano en uno de mis vespertinos paseos.
– ¿Eres el Creador de Sueños? – pregunté esperanzado, mientras alzando la vista tras unos árboles pude contemplar su figura.
– Así es – respondió finalmente, mientras se sentaba conmigo en aquel tronco postrado, que hacía de banco improvisado.
– Cuánto ha pasado el tiempo desde la última vez que hablamos, y sin embargo no has cambiado – le comenté asombrado, al ver que su rostro se mantenía impoluto después de cincuenta años.
– Si es que hay cosas que siempre perduran – contestó el Creador de Sueños divertido.
– Cuánto me alegra tu visita – dije – He de suponer que será la última.
– Dejémoslo en que es nuestro definitivo encuentro ¿Acaso no quieres venir conmigo al reino de los Sueños?
– Lo sabía – exclamé sonriente – Pero me alegra – añadí – Aquí ya he dejado todos los deberes hechos.
– Digno de un sobresaliente.
– ¡No exageremos! Pero sí: me basta con haber conocido el lado bueno de las cosas, y todo gracias a ti, Creador de Sueños.
– Iam, por favor – respondió – Iam Hope ¿Comprendes el juego? – Dicen que la transición a la muerte es alegre y feliz ¿Cómo no iba a serlo junto al Creador de Sueños?

Nunca más seguiría contando los inviernos; sí las olas del mar desde el barco del Creador de Sueños.



Daniel Villanueva.
Fin de obra el 26/11/08.

Dedicado a todos aquellos que luchan hasta el final por sus sueños.

1 comentario:

iNDigEstA dijo...

.
.
. . . Siento que no sea un comentario al texto,
pero bueno FELIZ AÑO NUEVO!!!

a ver si me paso a veros por la facultad...ahora que todo vuelve al ciclo...como cada año

((:

o como ninguno, no?