Sólo, caminando en la tempestad navego.
Suaves tus labios,
Tan distantes de ellos me encuentro.
Y es en el despertar de un nuevo mañana,
En el despertar de un nuevo deseo...
Cuando ardiente y cargado de energías me encuentro
Para seguir luchando en este triste navegar
Hacia un sendero incierto.
Levanto la mirada sobre el horizonte gris:
Un horizonte de nubes y olas arremolinadas
Que en cólera se fundieron en una espuma blanca arrastrada por el viento.
Libero mis pensamientos para encontrarme con tu mirada:
Esa mirada febril y azarosa que tanto ha enturbiado mis pensamientos.
Recuerdo esos ojos grises tuyos capaces de fundir el hielo...
Esa cálida mirada avispada a la luz de la mañana
Y que en la noche alcanzar a distinguir de las estrellas no puedo.
Ven a mi barco y te enseñaré el rincón de los deseos;
Viaja conmigo a la Luna a navegar en los infinitos mares grises del sosiego;
Sube junto a mí al cielo y te mostraré al amanecer desde lo alto de la montaña...
Los secretos del mundo con el susurrar del viento.
Dormiremos en un manto de nubes y ellas nos arrastraran hacia un dulce sueño
De paz y amor, en estos tiempos tan inciertos...
Qué bonito sería despertar y ver cómo todo cuanto escribí era cierto:
Abrí mis ojos y nunca vi los tuyos;
Los cerré y en mi mente te había perdido...
Cómo seguir navegando en un barco sin velas en un mar calmo,
Donde un abrasador Sol me está haciendo perder el sentido.
A esta poesía perdida en las arenas del reloj del tiempo,
Sin remite al vuelo de una paloma que perdió su oficio,
Imploro que esa dama gris y capa al viento algún día la encuentre,
Pues mientras tanto, Yo... muero.
Daniel Villanueva
09/03/06
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