jueves, 24 de mayo de 2012

The Second Exploration. Capítulo I. El "yo" de cristal.

Desperté, como una mañana más, sobresaltado frente a aquel terrible sueño. Jadeante y con cierto sudor en la frente, poco a poco trataba de evadirme de aquellos turbios pensamientos, producidos en mi inicuo subconsciente – Maldita sea – murmuré - ¿terminará esto algún día? – Cansado, tras la onírica batalla, presto liberé mi cuerpo de las garras de la cálida cama, levantándome y dirigiendo la vista hacia la ventana.

Un día más, una extraña bruma envolvía las grises calles de París, tornando la atmósfera de cierto color amarillento, pese a la ausencia del astro. Cuánto amaba madrugar, y así ver despertar la propia ciudad de las luces; sin embargo, esta vez había sido ella quien me había vislumbrado a mí – Las once de la mañana – suspiré - ¡Cuánto tiempo malgastado! – traté de increparme. Aunque quedaba tiempo para la cita a la que debía asistir, de un modo u otro, tenía la impalatable sensación de que podría haber muchas cosas, antes de aquel momento. Sin embargo, la enorme baraja vital sólo se reducía a un simple desayuno, una sabia elección de armario y una sentida marcha. A pesar de todo, el descanso por fin vino a llamarme a la puerta, tras una semana de duro trabajo – Lástima que también tenga que ser laboral este Sábado – exclamé, mientras ajustaba correctamente el lazo que decoraba mi camisa.

Situado frente al espejo, el tiempo casi pareció detenerse; o más bien pudo ser todo lo contrario. Como aquel que hace mucho que no ve a un viejo amigo y al fin coinciden, pronto mis ojos descubrieron a aquel que me observaba a través del espejo - ¡Cuánto has envejecido! – le dije, casi faltándole el respeto; él sin embargo sólo se detuvo a observarme, respondiendo cruelmente con su frío silencio. Muy a nuestro pesar, las arenas del tiempo habían logrado desgastar tan antaño lustrosos rostros y cuerpos. Aquellos que habían acumulado en sus ojeras grandiosas batallas. La tez, antaño lisa, ahora se antojaba plegada, cual folio rechazado por el artista – Mira lo que has sido y lo que eres – pensamos.
Tras cinco minutos de eterno varamiento, ambos parecimos darnos cuenta de cuán efímero resultaba ser el tiempo. Y lo más importante: cuán poco tiempo faltaba para la inminente cita. Tomando a mi siempre fiel chaqueta de negocios, presto partí a pié, rumbo al destino, donde me encontraría con ese alguien, quien al parecer, pretendía ofrecerme una oferta ¿Qué traería entre manos? ¿Será convincente? Tras unos meses de contratos poco alentadores, me moría de deseos por conseguir un acuerdo con un teatro importante. Y es que, hasta aquellos días, todo había parecido marchar bien en el mundo del espectáculo, como autor de obras y director de teatro.
Con una compañía bien entrenada, lo único que un veterano artista podía esperar, eran elogios y aplausos. Aún así, todo aquel gran esplendor se había venido abajo en un abrir y cerrar de ojos. Los años veinte habían sido los tiempos de la lujuria y del despilfarro; tanto, que los bolsillos del pueblo pronto dejaron de sentirse pesados. Suerte había tenido de vivir aquella época siendo anciano; o así me veía en el espejo. Mientras unos gastaban treinta, yo al menos gastaba quince, aunque lo ideal habría sido sólo consumir cinco. Esa era la suma que más se escuchaba por las calles y pasillos; las mismas que antaño relucieron brillantes y exuberantes; aquellas que ahora se habían transformado en un gris incomprendido.
Detuve mis pies en “La maison du Café”, lugar donde faltaban dos minutos para el momento del encuentro. Sin embargo, a juzgar por el caballero que me estaba saludando a través del escaparate, parecía que el supuesto empresario se había adelantado al momento – Muy impropio de ellos – murmuré.
Justo al entrar en la cafetería pude advertir con mayor claridad sus rasgos y su vestimenta: pese a su avanzada edad, no parecía poseer una vejez muy común a la de cualquiera ¿Cómo es posible explicar semejante circunstancia? Ni idea. Lo cierto era que aquel señor parecía portar consigo todo un elenco de contradicciones, tanto a la hora de actuar y de moverse, como por sus atuendos.

- Muy buenos días – me dijo, dándome la mano mientras se levantaba levemente de su asiento, en señal de cortesía.
- Buenas tardes, mejor dicho – bromeé con él, mientras terminaba de ofrecerle mi mano y ambos tomábamos asiento.
- ¿Acaso el día ha dejado de serlo? – contestó, sin saber precisar si se había sentido incómodo por mi respuesta, o en cambio, me había pagado en divisa de humor mi primera frase.
- Disculpe mi malgastado humor – alegué, tratando de aliviar posibles asperezas.
- No se preocupe – respondió sonriente – creo que ambos nos hemos entendido.
- Lo sé, pero nunca se sabe…
- Y aparte soy su futuro contratista ¿verdad? – fuera humor o no, aquella interrupción me había puesto los pelos de punta ¿Por qué se me habría ocurrido desencadenar tan peligrosa ruleta rusa? – Tranquilo, no muestre esa cara; no hay razones para inquietarse.
- Gracias – suspiré – hablando de rostro ¿Nos hemos conocido antes? – pregunté muy interesado.
- ¿Qué le hace pensar eso? – respondió, aparentemente más divertido que interesado.
- No sabría decirlo – espeté – Lo cierto es que todo indica que no nos conocemos de nada, mas juraría que… hace mucho tiempo, y quizás por eso no llego a acordarme – proseguía conjeturando, mientras él me observaba sonriente, mas con atención – es posible que usted y yo coincidiéramos y entabláramos una conversación.
- Todo es posible, menos que llegáramos a conocernos ¿No cree que si hubiera sido así esta conversación nunca habría sucedido? - ¿Por qué tenía la sensación de que cada vez que se prolongaba la conversación, me sentía más y más ridículo? Lo que no cabía duda alguna es que aquella aparente reunión de negocios estaba resultando completamente inusual – Es más – añadió el contratista - ¿Acaso sabe quién es usted? – Menuda obviedad… o eso pensaba en un primer momento. No obstante, aquella pregunta vino a impactar en mi pecho, cual dardo envenenado.
- ¿Desean algo los señores? – preguntó el camarero, cual anestesia para mi mente.
- Creo que vana a ser dos cafés, si no me equivoco – dijo mi acompañante, mientras yo asentía.
- Que sea manchado – añadí, mientras el camarero anotaba las debidas correcciones y se alejaba, presto a la barra del bar – Desde luego es usted alguien muy singular – le dije al empresario – Tanto, que llevamos dos minutos hablando sin apenas haber realizado las pertinentes presentaciones y sin haber entrado en materia.
- Sin embargo eso le divierte – me respondió, con una cordial sonrisa – Sin duda alguna los mejores negocios no son los más remunerados, sino aquellos en los que más empalizamos. Y diablos ¿No es por eso que usted se introdujo en el mundo del teatro?
- Así es – afirmé, mientras ambos reíamos y el camarero se aproximaba con una bandeja y los dos cafés – Lo cierto es que… - paré, para poder tomar mi primer trago de café – es divertido, pero a la intrigante – proseguí, mientras él asentía y a la vez bebía - ¿Qué es lo que trae entre manos?
- ¿Qué es lo que usted espera de mí? – preguntó, dejándome absolutamente perplejo.
- Es usted todo un mar de preguntas: me resultó familiar su rostro, pero no me facilitó el recuerdo; preguntó incluso mi nombre, mas ni siquiera ha mostrado interés en ello; me cita para un negocio ¿pero cual? – le expuse.
- Somos teatro – respondió – De eso no hay duda – “Usted está loco”, pensé – Mas ¿cómo conocernos si n sabe quién soy? ¿Cómo exponer un negocio, si antes no nos hemos presentado? ¿Cómo vamos a presentarnos, si usted no me ha dicho su nombre?
- ¿Acaso no me ha citado? – exclamé, justo antes de empezar a palidecer y adentrarme en un mundo de angustia y terror - ¡Dios mío! - exhalé, sin reparo alguno ante su presencia. Su mirada, la del camarero en la barra; la de todos los presentes en la cafetería; los muebles y las sillas… todos, parecían clavar sus ojos en mi empequeñecida presencia – Lo siento muchísimo – dije, con la voz temblorosa – Creo que tengo que marcharme.
- Disculpas aceptadas – contestó, con una extraña sonrisa inicua y a la vez piadosa. Sin mediar más palabras, rápidamente me dirigí hacia la barra del bar, donde deposité el dinero que cubría ambos cafés – Quédese con el cambio – le indiqué al camarero – Por cierto: creo que debe revisar el reloj – refiriéndome a uno viejo de pared, con la madera muy gastada – Lo he estado observando todo este tiempo y se halla estropeado – Pese a no encontrarse el camarero de acuerdo, no dejé lugar ni tiempo para mantener aquella conversación. Máxime, cuando el mundo se me había venido abajo, tras advertir un enorme problema: sin saber cómo, la pregunta más sencilla jamás formulada se había transformado en una ecuación compleja ¿Cuál era mi nombre? ¿Por qué no recordaba tan familiares letras?


Daniel Villanueva
07/03/12

sábado, 28 de abril de 2012

Conclusion - The House of the lost lovers Part II (11) - The House of the lost lovers

Night, rays, storm, rain…
Paint the face of the confusion
Of my dark brain
That’s prepared for war.
The lord lost the game
He wants revenge like a poor looser
He comes… well, well.
That’s your end I know
All have a conclusion!

But… I don’t have hard legs
My body is the air I know…
My weapon are you now
So…
You peacefully sleep well
In this old bed, where I was…
Sleeping one past day.

Wind, cold, big waves
Crash with force in the cliff not far from
My home; your home (that)
He wants to posses.
A gun, one fate
Against the knife long time got kill me
And waits near you
Down of your bed
See me don’t be afraid… and hear (me)!

I don’t have hard legs
My body is the air, I know…
My weapon are you now
So… You peacefully sleep well
In this old bed, where I was…
Sleeping one past day.

Wake up my darling, kill him
The lord is coming with a gun.
Damned fate!
Wake up my loving lady,
Have force,
And break my curse today.

The Colonel has come
In the middle of the storm
 And you, have to leave the bed and hear (me)
Just behind the door, waits my hating lord
Oh dear!
Please now have force!

I know you’re fright but hear me
The lord is just here, with a gun
Damned fate!
Follow my shade and kill me
The door
Was opened, my curse go away.

(Phantom) - The colonel rest on the ground Killed with the knife now free my soul. I know you were scared and come to me Just to kill my shade you saw You broke my chains; and I’m thank you for all We rest; I go…
(Melisa) – James!

Daniel Villanueva
27/06/11
 Aunque lento, el proyecto marcha con la composición de las guitarras. Si todo marcha bien, este verano serán grabadas todas ellas, junto con el bajo; tras esto, será turno de las voces y la orquestación. Falta por publicar él último tema; lo reservaré para el estreno del disco.

sábado, 10 de marzo de 2012

Cartas en el camino (Capítulo 3: Niebla en la mañana)


Tras una tensa espera y tras comprobar que nadie más se había acercado al campamento, decidí desmontarlo apresuradamente para acampar en otra parte. Si un loco y una niña, dormida ahora en el nuevo campamento, habían descubierto aquel rincón, no sería de extrañar que aquellos tan temidos soldados, apareciesen en cualquier momento.

Pese al llanto, Madelaine, aquella chiquilla perdida de apenas ocho años, trató de ayudarme en la mayor medida de lo posible, cargando ciertas cosas de poco peso que no me había dado tiempo de empaquetar y cargar en el caballo. Apenas quince minutos después del inicio del desmantelamiento, la marcha ya había comenzado a través del espeso y húmedo bosque, envuelto en una fina y laxa niebla, no obstante en crecimiento.

Tras una hora de marcha en busca de la región con más maleza, finalmente decidí acampar, al observar con lástima a aquella triste niña, casi sin abrigo y con unas profundas ojeras.

- Suerte has tenido – le dije a Madeleine tras contarme, hacía casi dos horas , su terrible historia – mas ahora no te preocupes; descansa el tiempo que dure la noche, que al alba partiremos hacia casa.
- Muchas gracias señor Messadié – me dijo justo antes de quedar completamente dormida. Pese a querer escapar de este infernal sitio, me resultaba imposible exponer durante más tiempo a aquella chiquilla perdida, al frío. Pese a que no iba a demorar mucho el tiempo de espera en la cabaña, al menos prefería partir con el alba, teniendo así más opciones de vislumbrar la salida de aquel temible bosque.

Dormir me resultó imposible; al menos aquella noche. Más tarde, a pesar de mi lamento, tras la primera media hora del alba, desperté nuevamente a Madeleine de su breve viaje por los sueños.

- Buenos días Madeleine – le dije suavemente – Siento tener que despertarte, mas tenemos que partir.
- Lo entiendo – contestó ella muy elocuentemente, pese a su corta edad – Ha de partir para entregar su carta, del mismo modo que yo tengo que reunirme con mis padres – aquellas palabras aparentemente inocentes me traspasaron.
- Un momento ¿Cómo sabes que he de entregar sólo una carta? – Madeleine quedó perpleja ante aquella pregunta; al igual que yo, ya que en ningún momento le había explicado mi misión el momento en que nos conocimos.
- Usted es cartero ¿Quién si no va a enviar cartas? Mas no creo que en estos tiempos circule demasiado correo; a mi pueblo apenas llega nada – Aparentemente me había convencido.

Desviando mi atención a la neblinosa mañana, traté de hallarme aún más en el tremendo despiste de aquella noche de terror, carreras e histeria. Desde luego pensé que tendría que caminar para así volver de nuevo a situarme en el mapa, pese a la dificultad de la espesa niebla, aún más creciente conforme se aproximaba la verdadera mañana.

Le ofrecí un par de galletas de las pocas que me quedaban, quizás con la esperanza de encontrar a algún mercader en el pueblo de la chiquilla, que me vendiese alimento y provisiones para los días que aún me quedaban de viaje. Al menos su pueblo era el más inminente en ruta; se trataba de La Charité-sur-Loire, el cual, pude encontrarlo gracias a sus campanas procedentes de la iglesia. Por suerte no se hallaba demasiado lejos, y una vez allí, Madeleine resultó ser una guía excepcional.

Sus padres, muy agradecidos, me proporcionaron un excelente surtido de provisiones a la vista de los días que me quedaban por delante.

La marcha fue tranquila, aunque cansada aquel día, si bien fue Rodrigo quien más cargó conmigo mientras dormitaba al son de su tranquilo trote ¿Qué me esperarían las venideras noches?


Daniel Villanueva

viernes, 9 de marzo de 2012

The Second Exploration. Prólogo: Una regresión de lo inverso

“Cuánto me gustaría describir el verdadero comienzo de este viaje. Lo cierto es que todo fue desconcierto y oscuridad; sombras y tinieblas… y todo en un bosque siniestro.”

– ¿Estás seguro de ello? – me preguntaron – De acuerdo; no pierdas la concentración – me decía aquella voz masculina con un ritmo pausado, suave y agradable – Continúe con su viaje.

“Realmente no sabría decir si se trata del final de la aventura o sólo el principio. Una vez había abandonado aquella fría mesa vacía; aquel rincón ocupado y a la vez desamparado… mis pies tomaron rumbo a lo desconocido.”

– ¿Fue usted hacia el bosque? – Bien sabía que mis ojos se hallaban cerrados, mientras se producía aquella conversación; así lo requería el ejercicio. Mas ¿por qué tenía la cierta convicción de que el interrogador había abandonado la lectura de sus notas para observarme con mayor detenimiento? – Relájese; creo que se está despistando.

“¡Para nada! Algo no marcha bien; puedo sentirlo.”
– ¿Por qué ese rostro? ¿Sucede algo? Por favor – me avisó – Trate de relajarse.
“Hay alguien; o algo. No sabría explicarlo, pero… creo que me siguen.”
– ¿Les puedes ver? – me preguntó, mostrándose muy interesado.
“No aún. Parece que pretenden esconderse, aunque los siento. Cada vez se hallan más cerca; cada vez…”

Aquellos segundos parecieron eternos minutos. Mi respiración se había vuelto más y más acelerada; mi rostro, sin dudar, evidenciaba un profundo miedo – Cada vez ¿qué? – exclamó aquella voz. Apenas existía coloración alguna en mi rostro; únicamente permanecía aquel ligero tono rojizo en mis mejillas, propias de una reacción somática frente al sofoco y al frío. No tardé en gritar y pedir ayuda; una ayuda que se me antojaba imposible en aquella pesadilla que experimentaba – Tranquilo ¡Sólo es un sueño! Usted no corre peligro – pese a escucharle, no era capaz de creerle. Tampoco, del mismo modo, era capaz de describirle semejante infierno, más allá de lo concebido por Dante – “He de salir de aquí” – gritaba desesperadamente – “¡Auxilio! ¿Dónde estás? ¡No puedo verte!” – exclamaba – Entonces dime qué ves – añadió aquella voz a mi comentario.

“La única salida se antoja en ese frío pasillo. Está semicubierto por nieve, ramas de árboles y abundante maleza ¡Tengo miedo de quedarme allí atrapado! ¿Qué ocurrirá si me alcanzan?”
– No pienses en ello y céntrate en la salida – me ordenó.
–“¡Ahí vienen! ¡He de salir de aquí!”
– ¡Calma, calma! Trata de contener la respiración; únicamente es un sueño – me animaba – “¿Un sueño? ¿Cómo deshonrar semejante palabra?” – protesté – ¡Concéntrate! – me dijo – Aún estás a tiempo.

“Eso dice el reloj; éste se ha invertido”. Nuevamente podía sentir su mirada perpleja, la cual en buena medida esperaba que prosiguiera mi narración. “Los granos de arena fluyen a su libre albedrío ¿Habrá merecido la pena?”
– Ahora bien ¿Desea despertar? – me preguntó, esta vez con un tono más cordial y fluido, muy lejos de su voz suave inicial o de sus gritos de apoyo. Ante su respuesta, asentí – Sólo hay una pregunta más ¿Queda alguna imagen prisionera en su mente? ¿Alguna que circule por ella en este presente? – En efecto quedaba una. “Más que una imagen es una secuencia; y más que un pensamiento parece un presentimiento; un silencioso y a la vez sonoro presentimiento…”


Daniel Villanueva
24/01/12


Año nuevo; novela nueva, y puede que en un futuro no muy lejano, proyecto musical en solitario nuevo (aunque para esto debe estar finalizado el disco "The House of the Lost Lovers".

Pese a haber escrito esto y más cosas en los meses de Enero y Febrero, bastantes dificultades a nivel personal han impedido que mi ánimo se encontrara lo suficientemente bien, como para publicar. De ahí a estos dos meses de ausencia. No obstante, de aquí en adelante espero ir publicando más capítulos de esta novela y otras cosas, al ritmo habítual de una entrega mínima por mes. Saludos a los muy escasos lectores y espero que "The Second Exploration os guste"

sábado, 31 de diciembre de 2011

Un plan increíble (Capítulo IV)

Los primeros rayos de luz ya habían alcanzado la compuerta principal de la fábrica de celulosa. Todo el mundo aguardaba impaciente la presentación de nuestra nueva nave: Hans Rivel, empleados, el propio Tom casi recuperado, algunos vecinos y los empresarios.
– Señor Rivel – preguntó uno de los inversores – ¿Es cierto que aún no ha probado el prototipo, pues fue justo anoche cuando lograron acabarlo?
– No exactamente – respondió Hans – A decir verdad terminamos unas horas antes, pero evidentemente la plantilla se hallaba agotada y tras un célebre brindis, les di a todos descanso.
– En ese caso esperemos incorporarnos todos a la fiesta, señor – añadió el empresario, retirándose un poco para hablar con sus otros compañeros – Espero que su idea sea sólida; no me gusta que jueguen con mi dinero.
– ¡Damas y caballeros! – exclamó Hans, comprobando con su reloj que ya había llegado el momento – Muchas gracias a todos por asistir a la presentación de nuestro nuevo invento – comentó en voz alta y agradecido – Sin duda muchos ya conocen la idea, que hace ya justo año y medio, aquellos caballeros ahí situados – explicó señalándoles – me propusieron: una máquina capaz de circular por tierra, navegar cual anfibio y lo más imposible – añadió el señor Rivel, tomando una emocionante pausa – volar, cuando casi aún no se ha hecho – todos aplaudieron. Los empleados y vecinos más; los empresarios menos – Muchos sabéis que ha sido un proceso largo y muy elaborado; que ha sido una guerra contra reloj contra estructuras y materiales, mas no siempre logramos ser resueltos – comentó, tomando una leve pausa y observando a Tom, quien no obstante sonrió ante aquellas palabras – Un año y medio después, descubriremos si nuestra idea ha sido todo un acierto, o únicamente un mero sueño. No obstante, permítanme ser una vez, ésta vez al menos… un niño – rogó al público, quien en un principio no entendía qué quería decir – Permítanme si no, volver a ser un profundo enamorado – todas las damas sonrieron – Realmente, la puesta en marcha de este proyecto ha sido todo un sueño: nacido como un loco sueño; programado para hacerse realidad; inspirado en sí mismo y calcado por las evidencias que nos aportan la naturaleza humana, o tal vez nuestra divinidad ¡Damas y caballeros! Nuevamente, bienvenidos a nuestro sueño – finalizó Hans, recibiendo un gran aplauso, mientras las puertas de la fábrica se abrían y poco a poco se iba dejando ver la forma de su nuevo gran proyecto.

Segundos después, los empresarios habían palidecido, mas todo el público adyacente sonrió y siguió aplaudiendo al observar el prototipo. Sustentado por cuatro pequeñas ruedas a modo de norias, un magistral y robusto barco de papel de dieciocho metros de eslora por cinco de altura, se hallaba blanco y luminoso, dispuesto a afrontar su destino.

Los motores rugieron, no obstante con mucha menor intensidad que los del primer prototipo. Las calderas portátiles eran muy pequeñas, más esto no era un problema para la conducción y la velocidad, ya que el peso a empujar del vehículo era mínimo.
– ¿Qué han hecho con nuestro dinero? – preguntaban algunos empresarios enfurecidos.
– Cumplir con los objetivos – respondió Hans – déjenme realizar las pruebas y así pronto quedarán convencidos.
– ¡Se hundirá en el mar! – repusieron.
– Marcharemos hacia el horizonte, y tras alcanzarlo regresaremos tal y como hemos venido – exclamó el señor Rivel – Este barco es sólido y se encuentra bien protegido – Así, aquel singular vehículo circuló por la carretera cual objeto de desfile, ante los ilusionados ojos de los niños y los incrédulos de los más ancianos vecinos. Retomando el antiguo sendero de arena, el barco no tardó demasiado en abandonar tierra, dejándose abrazar por los mares y tomando un rumbo; un rumbo al horizonte infinito. Todos marchábamos alegres y felicites; la embarcación era sólida, ligera y cómodamente navegable.
– ¡Un hurra por los constructores! – grité, siendo correspondido con una alegre respuesta.
– No hay filtraciones ni papel mojado – comentó otro – Sin duda hemos ganado con creces esta batalla.
– Tan solo queda saber si venceremos la última – añadió Hans.
– ¡Cuán rápido hemos alcanzado el horizonte! – exclamaron varios empleados.
– Es momento pues, de regresar a tierra – ordenó feliz el señor Rivel – A su llegada, todo el pueblo aplaudía junto con los empresarios por tan célebre hazaña – Suban a bordo – les dijo Hans a los empresarios – Hay capacidad de sobra para vosotros, y sin duda creo que estáis ansiosos como nosotros, de ver volar este aparato.
– ¿Crees que lo conseguirá? ¿Cómo, con la forma de un barco? – preguntaron intrigados.
– Liberando nuestros más rígidos pensamientos – contestó el inventor – No todo lo firme es sólido, ni rígido lo contundente.
– Nos deja en ascuas.
– Ya lo veréis – les indicamos algunos. Tomada la marcha rumbo a las montañas, atrás dejamos al pueblo expectante, deseoso de ver surcar por los aires nuestro ingenioso avión que habíamos construido. Una vez alcanzado el puerto de montaña, todos bajamos del barco y comenzamos a manipularlo para transformarlo. Cual célebre metamorfosis, el ingenioso barco sin papel mojado se convirtió en un gran avión con capacidad para dos personas.
– ¿Quién vuela conmigo? – preguntó Hans Rivel.
– Yo lo haré – dije.
– Acompáñeme pues – respondió el noble caballero.

Aquel día en la ciudad lo convertimos en festivo; no hubo niño que no alzara su vista y contemplara nuestro audaz vuelo; no hubo anciano, quien melancólico, liberara sus pensamientos y por un instante, se sintiese menos longevo; los amantes sus vínculos fueron reforzados… como aquellos dos que inspiraron nuestro navegar. O cómo no, como aquel padre e hijo que inspiraron nuestro vuelo.

Aquel día sin duda, Hans Rivel logró cumplir un sueño. No uno propio, sino más bien… uno nuestro.


Daniel Villanueva
23/04/11 – 15/05/11
¿Volamos? ¿Navegamos? ¿Circulamos?