jueves, 6 de mayo de 2010

"Desmaravillades"

Las pocas “muchedades” que a ti no te faltan
No son ni la sombra de un ser que tanto amaste.
¡Mírate paciente y pasivo!
Corto y sin necesidades.
¿No sabes que quien mucho come, poco se place,
Mas quien poco come, atiende a otras bondades?
¿Escribiste con el plato lleno?
¿Olvidaste todos tus males?

Las muchas “poquedades” que en ti abundan
Son el fantasma que no desterraste
¡Perpetuo y altivo!
Inteligente y abominable;
Inicuo y dormido;
Carente de sales
¿Sucumbiste al caminar del gentío?
¿Despertará lo que bien ya sabes?

¡Abandona tu río
De pasivas calamidades!
¡Lucha con brío!
Y libera a tu personaje…

No serás mucho si eres poco
¿Pero y si tu poco es mucho?
¿Quién sabe?


Daniel Villanueva
05/05/10 – 06/05/10

“Falto de muchedad”

lunes, 19 de abril de 2010

El Arquero

Alto repite el juglar ante el público atento,
Quien presto se dispone a narrar la vida de un guerrero:

“Buenas noches críos y criadas, damas y caballeros,
Presto déjenme hablar, en calidad de itinerante plebeyo.
Aprovechen mi historia, ahora que la noche es larga y triste;
Compartan conmigo esta memoria, de quien jamás quiso ni supo hundirse…

Corría por los campos bajo un temporal traicionero,
Cuando en una cueva al acampar me tropecé con aquel noble velero:
Noble, por su aparente cortesía;
Velero, pues no atiende más que al viento de su rebeldía.

Sus metas eran tantas como para sumarlas y alcanzar el mismo cielo,
Más por ellas su corazón ardía, pese al aparente hielo.
Quizás muchas de ellas se contradecían
Mas ¿Cuál es la naturaleza de los sueños?

Sin duda muchas veces se cayó al suelo
¿Acaso usted no se ha tropezado? ¡Desde luego!
Mas, tan pronto como cae
Con fuerza se levanta, una y otra vez, siempre de nuevo.

Así, pronto el Destino con él quiso jugar
Y ante él dispuso un macabro tablero;
Pronto el autor del mundo pudo observar
Que ante él pocas trampas lo detenían al completo.

Tiempo después el Diablo lo quiso engañar,
Y bien saben todos que como él, no hay nadie más traicionero
¿Mas quién no ha presumido alguna vez de astuto
Y en la propia mentira ha caído como un borrego?

¡Marcha así el más sabio; el más viejo…
Marcha pues derrotado y descontento!

Pues en su vida no hay más norte que una gran meta
No lo hay si éstas son firmes y férreas;
No existe pensamiento más noble
Ni mayor fulgorosa idea.

Decidido, marcha pues nuestro hombre
En pos de una larga guerra,
Mas ya que le estáis conociendo
Permítanme indicaros una advertencia:

No estorbéis el camino de quien siempre anda dispuesto;
No bifurquéis su vida, cuando sólo en vuestro final existe lo yermo;
No calumniéis contra aquel que vive de sus sueños
No oséis jamás con él enemistaros; no, contra un decidido arquero.”


Daniel Villanueva
09/10/09 - 04/04/10

Creado y recuperado de un minúsculo fragmento

lunes, 22 de marzo de 2010

El árbol que enferma

Este árbol que enferma
Renacerá cual Fénix de sus cenizas.
Ese daño que te aprieta
Sanará, como todo, en la vida…

(Tarde… o deprisa.)

Con mi fuego arrasé todo el campo de este vergel…
El cereal yace muerto
y entre cenizas la esperanza hallé.
Mas tal vez fuera ésta última
O la confianza en la fuerza del ser:
Bien sé que tras el inciendio
Un nuevo bosque volverá a nacer.

¡Brindemos por ello!
Rezo por ello

Daniel Villanueva
16/03/10 – 22/03/10

Inspirado en un árbol del Parque de María Luisa
(Próximamente fotografía)

lunes, 1 de febrero de 2010

De Ángeles y Facturas.

- Dime angelito ¿con quién vuelas tan alto?
- No es nadie quien conmigo vuela;
Tan sólo mi sombra, entre nubes saltando.
- Mas ¿por qué vuelas?
- ¿No ves mis alas? ¡Contémplalas ellas, extendidas cual manto!
¡Divertidas como sólo lo son ellas y con el viento jugando!
- ¿No son demasiado grandes para un santo?
- Usted pregunta demasiado
¡Déjeme volar!
¡Déjeme volar allí, donde nadie jamás ha alcanzado!
- ¡Muy bien! Marche pues…
Sin duda tras esas nubes debe lucir el Sol pese al rayo;
Y no verás más que de lejos la oscuridad haciéndose jirones,
Como los ecos de este llanto arrasador, que tan siquiera si fueran bombas
Le alcanzarían con sus goterones.
¡Ay!
Sin duda allá cantarían los pájaros y brotarían las flores
Mas ¿No viste asfixiarse a los vencejos que raudos descienden para pactar con sus pulmones?
¿Acaso puede subsistir la flor y la raíz donde no hay tierra ni polinizadores?
Bien sabes que volarás alto;
Sus alas bien lo merecen.
¡Angelito!
Sin duda es digna de elogiar su hazaña
¡Tanto… como su locura!
Siéntese un momento,
Si no desea partir con premura;
Siéntese…
Y pague antes la factura.



Daniel Villanueva
01/02/10

Posiblemente rascándose el bolsillo
Por atraco con mano armada.

viernes, 1 de enero de 2010

Cartas en el Camino (Capítulo 1: En la Sangre)

Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto
Para ser tentado por el diablo.

(Mateo 4, 1)



Cuarenta kilómetros después de aquel altercado, mitad a pie y mitad a caballo, al fin decidí parar mi marcha en las inmediaciones boscosas de La Charité-sur-Loire. Agotado por el largo viaje durante la jornada, apenas me quedaban fuerzas para montar el campamento.

Y tal vez muchos se pregunten qué hace un cartero, por muy pobre que fuese, pernoctando en la intemperie en vez de en un cálido aunque humilde techo. Quisiéramos o no aquellas tierras eran germanas, mas en aquel pueblo no había nadie de correos que pudiese ayudarme. De buena gana me habría quedado a dormir en Nevers, donde aún quedaban algunos empleados y los restos de una antigua oficina postal, pero esta es la vida del repartidor de correo, máxime si es urgente: desafiando la historia y el tiempo; la escasa economía y un frío adverso.

A toda prisa, antes de que la noche exterminase toda luz en aquellos verdes y húmedos robledales, estiré la lona verde impermeable que conformaría mi suelo. Acto seguido levanté las dos varillas donde coloqué encima la lona del techo. Una vez terminé de fijar los vientos, apenas quedaba luz bajo el manto de las copas de los robles. Seguramente cualquier despistado o inepto habría respirado tranquilo al terminar dicha tarea, mas bien sabía que aún me quedaba por hacer lo más importante… y me faltaba tiempo.

Apenas a dos metros se distinguía cierta algarabía. Como pude, encontré el máximo número de leños alrededor de la tienda, seleccionando primero los más secos y delgados para hacer fuego; cuánto me alegré de que los alemanes no requisaran una lata de queroseno presente en mi mochila ¡Justo a tiempo! Luz, calor y fuego.

La noche, aunque fría, parecía que iba a ser agradable. Únicamente parecía inquietarme aquella carta tenuemente iluminada por las llamas de la hoguera ¡Cuánto riesgo pensé que había corrido esta mañana! Ojala no tuviera más tropiezos como aquel en todo el viaje, mas pobre de un cartero en tiempos de guerra; pobre como aquellos campos invadidos, poblados de aldeanos asustadizos y valientes de reluciente esqueleto. Bien sabía que aquel incidente no había sido más que el comienzo.

- Y todo por un sobre – suspiré con desdén, mientras fuera; alrededor… tan sólo las ramas de los árboles se quejaban de la insolente brisa acariciando sus cuerpos. Una fría mirada incidió sobre aquella carta sin remite que únicamente había creado desconcierto ¿Merecía realmente la pena recorrer tantos kilómetros de territorio invadido, por un correo potencialmente requisable por un pelotón de fusilamiento? - ¡Maldita tentación! ¡Santa paciencia! – Me decía una y otra vez mientras trataba de atrapar el máximo calor que una fina manta me podía reservar.

Una y otra vez pensaba en cada una de las inclemencias que habían acontecido: desde la avería del coche hasta el bombardeo de las vías del ferrocarril ¡Cuán inteligentes parecían ser los alemanes, devolviéndonos atrás un siglo! ¡Y cuán duras podían ser las jornadas hasta Rouen en estos días de casi invierno!

No obstante había algo que me reconfortaba; una especie de llamada que hacía muchos años, allá en los tiempos que era niño, jamás había vuelto a sentir y oír: por primera vez en dos décadas había sentido la cadencia del río; el tañido de sus suaves aguas; por primera vez en una veintena de años los pájaros cantaban para mis oídos, mientras el aire mecía las ramas de los árboles; por vez primera en decenios atendía al crujir del suelo con mi pisada y el acompasado paso con son de clave de Rodrigo. Así finalmente desplegué mis alas hacia los días en que era un crío, donde con astucia trepaba por los árboles para contemplar la inmensidad del bosque desde lo más alto, donde quizás jamás nadie tanto habría subido.

Largo tiempo ha que se hizo la noche. Presto me apresuré a reavivar un poco las llamas de la hoguera, preparando así el preludio a la cena que con mis pensamientos casi había olvidado. En cuestión de varios minutos asé varias porciones de carne hasta conseguir el dorado perfecto, más eché mano de varios frutos y una pieza de pan que compré en un pueblo ¡Qué comida más agradable! Jamás había disfrutado tanto con una cena desde hacía muchísimo tiempo, saboreando al máximo todas las piezas que llevé a mi boca.

Esta vez el sobre se ha salvado – susurré – La carta llegará a su destino – Así anoté en mi diario justo antes de prepararme para dormir – Arriba las estrellas y los robles me brindaron su último guiño a la magia, creando un falso techo de brillantes enramados. Abajo la luz del fuego me arrebataba en su círculo protector aquella filigrana, observable tan sólo a escasos metros; mas cuánto calor sus brazos ardientes aportaban; justo el necesario para proseguir el largo, duro y necesario camino. Las tentaciones siempre aguardan; las miradas atrás siempre son frecuentes para el que nunca ha recorrido senderos que en sus vidas se han entrometido ¿Dónde hallar el fuego? ¿Cómo prolongar la llama? Sin duda muchos la han perdido.


Daniel Villanueva