lunes, 9 de marzo de 2015

230 Retro y la glora de IF


Ser músico y amar sus letras en inglés ofrece muchísimas ventajas. También inconvenientes…

Tras partir de Sevilla rumbo a lo desconocido, atrás quedaban diez años de auténtica pasión por la música. Todo el fanatismo que he podido reprochar a un religioso podría haberme sido devuelto en la cara , desde el primer momento que me senté en una batería con la original formación de Absentia. Con ellos nací cual bebé, ya que nunca antes había tocado una batería; la gestación, sin embargo, había sido bastante larga: el ovocito se llamaba Dire Straits. Alcanzó sus existencia en una noche de terror paternal, cuando su pequeña criatura no cesaba de llorar. Desesperado, todo cuanto supo hacer fue cogerme en brazos y se dirigió al salón, donde colocó un vinilo de dicha banda en el reproductor, para instantes después sentarse en el sofá. Eh ahí el punto de inflexión: la repentina paz del padre, al ver a su hijo escuchar atentamente, quedándose poco a poco dormido; y el germen del mal, que me inició en la cultura del rock y el metal.

Nada recuerdo de aquello; sólo lo que me han contado. Por lo demás, toda la infancia musical transcurrió escuchando música clásica en casa de mis abuelos. Aún conservo muchas estampas en la memoria, con mi abuelo mirando tranquilo a través de la ventana, mientras yo jugaba detrás, creando mil y un historias con los juguetes, con Bach o Mozart como banda sonora.

No niego haberme aficionado a la música electrónica, cuando antaño se llamaba “bacalao”  y más adelante “progressive”, aunque nada tenía que ver con bandas como “Dream Theater”, “Procupine Tree”, “Riverside”, “Steven Wilson”, “Anathema” o cualquier otra. Sea como fuere, a los catorce años fue la llegada del espermatozoide: Stratovarius. Aquella banda sumaba todo lo que musicalmente apreciaba. El sonido vibrante y a veces irreverente de una guitarra eléctrica; la energía de un ritmo palpitante, y un profundo cariño y amor a la música clásica, que tanto me recordaba y me recuerda a mi abuelo.

Desde entonces, todo lo que hice fue atormentar a mis padres con bandas como la ya citada, “Dover”, “Rhapsody”, “Korn”, “System of a Down”, “Limp Bizkit”, “Sentenced”… cualquier hora era buena para sentir la música fluir por mis venas.

Pese a la negativa de mis padres, poco a poco fui acopiando pequeñas cantidades de dinero en estricto secreto. Con una última ayuda del cofundador de Absentia, al fin pude hacerme con el primer kit de batería. Diez años después de ese instante, los sueños se han ido construyendo y haciendo realidad uno a uno: la evolución de un set de batería; la pasión de cada ensayo; las primeras composiciones; la construcción de una segunda familia; el primer concierto; grandes actuaciones; tocar con otros músicos…

Todo aquello se hallaba a más de 4000 kilómetros de distancia; como una gran leyenda grabada en el cielo ¿Había sido ese el final de la música tal como la entiendo? Día y noche las musas conspiraban; todos sabíamos qué iba a ocurrir. Semana y media de mi llegada a Ankara ya había localizado un local de ensayo con batería de alquiler, donde poder practicar. También, por esas fechas, compré mi primera guitarra: una electroacústica fabricada en la misma tienda donde me hice con ella y pude conocer al lutier. Con esto, ya estaba preparado para volver a componer: Gnemea sería para el rock más suave e íntimo y la batería de Retro Studio para liberar toda la energía que llevaba dentro.
Si bien Gnemea merece un capítulo, el título de este claramente indica que no es el suyo. Retro se encontraba en lo que apodé la calle de los músicos. Es muy fácil ir a comprar a Turquía, ya que es frecuente encontrar un determinado producto o servicio en un lugar específico. No me refiero a un supermercado, pero sí a la avenida de las academias de idiomas; los pasajes de las copisterías o de las joyerías; los bazares de especias… y en este caso, la calle de las tiendas música. En apenas una manzana se ubicaba todo un distrito de tiendas de instrumentos, estudios de grabación y locales de ensayo. Fue en la misma calle donde compré la guitarra, las baquetas que necesité y donde un día me adentré en el sótano bien cuidado de Retro Studio. Bajo aquel edificio se hallaba un mundo subdividido en diferentes locales, dos de ellos muy lujosos y preparados incluso para grabar en estudio, con dos grandes mesas de mezcla. Su look era muy futurista, con unos colores y decoración agradables para estar cómodos en ellos. Fue un factor importante de cara a todo lo que aconteció allí, que estos estuvieran acristalados y que la gente de fuera pudiese ver a los músicos tocar dentro.
Hacía dos semanas de la última vez que había tocado la batería, siendo en el pub O’Neals, después de haber ofrecido un concierto de despedida con grandes músicos y amigos. Aquella noche no la olvidaré jamás, al igual que la primera edición del Save the Metal. Ahora, en Ankara, me limité a empuñar las baquetas y a tocar todos los temas que sonaron aquellas dos noches (03/03/15). Al cumplirse la hora de ensayo, me dirigí a uno de los responsables del estudio - ¿Puedo dejar un cartel indicando que busco músicos? – Así hice.

Además de esa nota colocada en el tablón destinado a dichos propósitos, cada vez que iba a practicar también colocaba otra en la puerta de la sala, donde invitaba a cualquiera que entrase con su instrumento para hacer una jam session. Algunas veces no entraba nadie y en otras había valientes. Pasaría un mes, cuando al fin llegó el momento esperado: una chica y tres chicos abrieron la puerta mientras practicaba con la batería. Fue ella quien habló en un perfecto inglés ¿eres tú quien está buscando una banda? Te hemos escuchado fuera y si quieres, estás invitado a hacer una audición con nosotros. Intercambiamos correo y teléfono, y dos o tres días después tenía una prueba con todo un repertorio de un estilo completamente alejado de mi mundo. He de reconocer que al principio me tembló el pulso cuando me dijeron que iba a versionar temas de Rihanna, Kylie Minogue o Britney Spears; quiero decir, temas de sus compositores. Para un fan del rock y el metal aquello suponía prácticamente la autodestrucción. No obstante, la propuesta era convertir esos temas al rock, y eso ya parecía algo más interesante. Sería además la oportunidad de acercarme y aprender otros ritmos que nunca había intentado, más la posibilidad de poder mezclarlos con los que frecuentemente practicaba. En suma, lo que a priori parecía una degradación musical, resultó ser una experiencia muy divertida y enriquecedora ; un gran ejercicio de aprendizaje y de apertura de mente; creatividad y diversidad.
Contra todo pronóstico comencé a valorar canciones que antes me irritaban. El máximo exponente de esto era “Lady Marmelade”, la cual se convirtió en una de mis favoritas del repertorio. Dicho “cover”, con bajo, guitarra y una adaptación batería, tornó dicho tema en un ejemplo de rock progresivo, con sus constantes cambios de melodías y de “grooves”. Otras veces combinaba ritmos electrónicos con potentes estribillos, propios del “power metal”. Era el caso de “In your eyes” de Kylie Minogue.

La convivencia con la 230 Band era perfecta. Si hubo un pero, es que me habría gustado que los músicos hubieran sabido un poco más de inglés; claro que ellos también habría esperado de mí que hubiera aprendido turco más rápido. Pero ¿qué importaba el inglés, turco o el español, cuando al ensayar hablábamos el idioma de la música? Si bien un 3 de Febrero de 2014, viajaba a Ankara preguntándome si sería capaz de encontrar una banda y ofrecer un concierto en Turquía, el 4 de Mayo al fin llegó ese día. Con apenas mes y medio de formación, estaba a punto de subirme a un escenario turco. La noche que se grabaría con fuego en los recuerdos, allá en la IF Performance Hall. En cierto modo, como músico amateur, aquello era lo más aproximado y real de ofrecer un directo en el extranjero: Daniel Villanueva, baterista internacional. Nada más lejos de una realidad de músico afamado y de gran renombre, pero… nunca fue ese el objetivo. Si ha habido una meta a lo largo de todos estos años, esa ha sido siempre disfrutar. Tal como hice en el primer concierto de Absentia; en la sala Sevilla Suena, o “deshonrando” la Plaza de la Virgen del Rocío en Almonte, con su consecuente intervención policial. Heavy Metal a las puertas de la Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación ¿Cómo podía ser eso posible? Cuántas risas aquel día ¿Qué decir de los directos en Barbate o en el Holandés errante? El 4 de Mayo no sólo jugaba a ser un gran músico, sino a ser un gran músico extranjero que hablaba en inglés. La compañía era muy divertida, el público disfrutaba y aquella noche… no había que desmontar la batería y llevarla al local de ensayo. Fue duro adaptarme a ella, pues el set era muy simple; nada comparado al set de la Retro Studio o a mi flamante “Helena”, a la que tanto eché de menos. Sea como fuere, aquel día había logrado una nueva meta.

Por muchas ruinas que existan en el mundo, éstas siguen siendo la prueba de que hubo una persona capaz de construir aquel sueño (05/03/15). 

Daniel Villanueva
Fotografía: 4 de Mayo de 2014. Compartiendo 
camerino con los músicos que actuaron aquella
 noche en la IF Performance Hall de Ankara.

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