jueves, 31 de enero de 2008

Parodia a un Difunto Enojado

Al fin todo ha terminado: con certeza esgrimí ese cuchillo como mortal lanza, y es esa la razón por la que me encuentro aquí.

¡Qué molesto puede resultar compartir habitación con el cadáver de un ser tan cercano! No obstante siento una calma tan afín... aún así bien podría haber avisado el difunto que desde aquel preciso momento del ensartamiento, las puertas no se podían abrir ¿En qué planta me hallo? ¿Un doceavo? Ni tan siquiera por las ventanas podría huir.

¡Ah! ¿Por qué la muerte tiene que ser así? Más quisiera dirigirme al Sindicato de la Guadaña para recurrir por una transición más prolongada y así tal vez uno podría despedirse de esposa e hijos. No sé: un hasta pronto, pues desde luego todos nos veremos allí... planta arriba o planta abajo, mas todos estaremos allí.

¿Dará tiempo para este cigarro? Sí: que esta fúnebre habitación se cargue de humo. Así podré estremecerme observando cómo las trazas de éste se agitan con el pasar de mi mano, al igual que las infinitas motas de polvo, que sólo con la luz del Sol se pueden advertir.

¿Qué hora marca mi reloj? ¡Vaya! ¡Se ha parado! Desde luego peor todo no podía ir: provoco una muerte y el cadáver se halla junto a mí, esperando él a que me encuentre y me lleven a un lugar donde nadie desea ir ¡Y qué calor hace! ¿No hay aire acondicionado? ¿Será este mando? ¡Tampoco funciona! Menudo día he de pasar aquí ... juraría incluso que estas paredes color beys de papel estampado se burlan de mí. Ni qué decir de la sorna de esas viejas sábanas desgastadas, bien empapadas en sangre y donde las moscas se deleitan en su jugo, expresando un rostro feliz. Todas ellas danzan alrededor del cuchillo, erguido como un mástil.

¿Podría haberme librado de esta tétrica macabrería? La respuesta es sí ¿Qué dirán mis hijos al enterarse de lo sucedido aquí? Seguramente un policía, o más bien mi esposa los reunirán para decirles tal que así:
“Venid hijos míos: vuestro padre se ha suicidado, y ahora se encuentra en un lugar más afín”

No les creáis y tened en cuenta que la muerte es un ser despiadado: hace cuatro horas de la llegada de mi hora funesta, mas ella aún no ha venido a por mí.

¿Llaman a la puerta? ¡Por fin!

Daniel Villanueva
30/02/08

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