Sin duda el público esperaba ansioso la llegada de aquella noche ¿qué tendría preparado el maestro de la batuta de los sueños?
Los candiles principales del teatro habían sido apagados, mas sólo quedaban por ahogar los más pequeños, situados en las columnas laterales del patio de butacas, y en algún que otro palco. Esta vez la sala había registrado un lleno absoluto, más a falta de quince minuto para el inicio de la obra, no quedaba ningún asiento por ocupar. El aforo casi parecía contener un nervioso silencio, al contrario que las típicas noches de comedia donde todo eran gritos y desarreglo ¿Qué contenía aquella obra que inquietaba a todos ellos?
Sin más, finalmente de entre las sombras del telón cerrado surgió el Creador de Sueños, dispuesto a inaugurar la función. Mas ¿por qué la orquesta permanecía en el foso, si aquel evento figuraba como un concierto? A toda prisa el encargado de luces procedió a encender el foco que iluminaba al maestro, para a continuación apagar lo más rápido posible las velas del patio de butacas que quedaban vigentes.
¿Qué había de extraño en el Creador de Sueños? ¿Serían sus atuendos? Esta vez su abrigo no parecía ser una capa, sino una larga chaqueta que cuarenta centímetros se distanciaba del suelo. Sus cabellos, largos y húmedos, por primera vez pendían sueltos, creando entre las damas cierto desconcierto: “bien sabía que tenía el pelo largo, mas ¿éste llegaba tan lejos? Creía que el maestro era mas viejo ¿Parece ahora tan joven y apuesto? Hoy parece estar muy serio ¿Qué clase de obra habrá compuesto?” Largo tiempo duraron los comentarios mientras aún permanecía callado y estático el Creador de Sueños.
Finalmente un reloj de salón situado al final del patio de butacas, marcó sonoramente las diez de la noche, dando paso a los primeros gestos y movimientos del director de orquesta, y creador de sueños. Un largo y emocionado aplauso logró al fin ahogar los suaves comentarios del público, el cual bien se hallaba dispuesto para disfrutar de aquella función, que aún sin estrenar había ocasionado tanto revuelo.
Como si de un mago se tratase, el maestro comenzó a alzar teatralmente sus brazos, haciendo brotar de su mano derecha una esfera luminosa que poco a poco iba aumentando en intensidad. También la orquesta se sumó a aquel singular evento, alzando por vez primera la magia de sus instrumentos, cada vez más altivos conforme aumentaba la luz de la esfera del Creador de Sueños. Muchos de aquellos asistentes ya habían asistido a aquel clásico número en el que el maestro hacia estallar dicha pompa lumínica, mostrando así por vez primera la batuta que guiaría el concierto; mas no obstante aquella vez la luz trajo consigo mucho más de lo que habían imaginado damas y caballeros: cientos de inocentes chispas brotaron de la cúpula del teatro al son de una orquesta que tras el fulgor en número había crecido. Violines, violas, violonchelos, contrabajos, flautas, trompetas y trombones casi parecían haberse reproducido, invadiendo al completo el foso, el frontal visible del escenario, e incluso entre el público los pasillos. Lo único habitual aquella vez era la batuta, que sabiamente estaba instruyendo a la sinfónica durante la ejecución de la melodía de comienzo. Nadie había contemplado jamás aquello... tan siquiera los más asiduos al teatro ni los más viejos.
El público ardía de pasión sumido en un álgido trance, mas aún el telón no había sido abierto. Los compases de la primera pieza poco a poco tornaron a su fin con un “molto allegro”, mas finalmente un tañido de campana hizo proceder a la apertura de telón, mientras la sinfónica aguardaba en silencio.
El escenario recordaba a una lujosa biblioteca, más sentado en una mesa repleta de papiros escribía sin cesar un señor quien respondía por Destino. Harían falta más que enormes piscinas para albergar la tinta depositada sobre aquella asombrosa concentración de escritos apilados en volúmenes, todos ellos forjados con el único puño de un ser tildado de inhumano. Siempre se le había acusado de ordenado, mas ésta vez brillaba en él una extraña agitación. En la mesa de la habitación bullía el caos, cual erupción magmática en una cumbre nevada, donde además de enormes tomos escritos amontonados unos encima de otros, asomaban sobre ellos gran cantidad de tazas de té y café con el fin de mantenerse el Destino despierto ¿Qué es lo que él tanto temía? Bien lo sabía el Creador de Sueños...
Con decisión, finalmente éste último comenzó a ordenar con su batuta el inicio de la segunda pieza, suave y lenta como una nana de medianoche que apenas se dejaba escuchar. Para asombro del público, tras cuatro movimientos de brazo, la batuta fue abandonada por el Creador, quedando suspendida en el aire y agitándose al son del tempo, como si un fantasma la sujetase con su espectral mano. Sus pasos fueron decididos y claros: el Destino pronto recibiría la influencia del Creador de Sueños; éste ya no era en apariencia el director, sino el principal actor... aquel que paso a paso iba colocándose invisible a la vista del ensimismado literato que escribía sin disposición.
“– ¡Miren cómo custodia indeleble la vida de millones de hombres! – pronunció el Creador de Sueños con sorna mientras se dirigía verbalmente con vigor al público, a las espaldas del Destino – Dime ¿Qué es lo que más temes? ¿Acaso el té no hace efecto? – prosiguió ésta vez hablando al Destino, cuyas fuerzas poco a poco iban mermando, quedando dormido – Duerme y deja fluir libre la tinta en tus escritos, pues todos anhelan plasmar sus propias líneas. Duerme y sueña... pues la sentencia no me veta ese privilegio; pues mis actos por ese basto mar navegan.”
Asombro y desconcierto inundaron la maleable muchedumbre del público al contemplar aquel arte de brujería: cual extirpador de almas, o cual célebre ilusionista, el alma del Destino había sido arrancada de su cuerpo, dejando visible en el escenario su espectro ante la estupefacta algarabía. Confuso y ansioso por aunar materia y alma, éste miró a todos lados, mas su búsqueda fue en vano... apenas pasos atrás residía su cuerpo inerte en espera del retorno astral del verdadero amo; el alma en el mundo de los sueños había sido atrapada cual prisionero, siendo el turno del Creador para dirigir sus versos.
“– No temas a la muerte, pues inmortal es el camino; no temas a los sueños, pues ellos te conducirán a él mismo – prosiguió el Creador de Sueños sobre el alma girando – Dime ¿Cuál es la debilidad de aquel que presume ser autor de todos los libros?
Mil batallas relatasteis;
Mil amores has encendido;
¿Cuánta felicidad abarcasteis?
¿Cuántos nacimientos has descrito?
¡Cuan bello sería escribir un libro sin muerte ni sangre!
Mas ¿cómo describir lo que en vida jamás has sentido?
¿Acaso el Destino cruzó el divino umbral de la vida?
¡Jamás!
Nunca has sido mortal;
La sangre en ti jamás ha fluido...
He ahí al ser que jamás ha escrito su propio libro;
He ahí al esclavo de la tinta...
¡Sueña esta noche en el mundo de los vivos!”
Distribuido en los palcos, el coro inició su canto cual orden angelical al son de la danza del Destino, quien bailaba sin cesar. Cada movimiento describió su ontogenia, incluido el nacimiento... al fin éste creyó poder escribir su propio destino; al fin descubrió el amor y el sueño eterno, llegando a viejo tras ser niño.
“– Larga sea esta noche en la que la realidad sea doblegada por los sueños – pronunció bien alto el Creador de Sueños, casi al concluir la danza de su compañero – Su libro ya ha sido escrito – Dijo el Creador, obteniendo la autobiografía que inconscientemente el Destino había escrito – Venga pues el jardinero – Todos comprendieron al instante quién aguardaba tras aquel oscuro manto negro. Silencioso, fugaz e inicuo, con presteza segó la luz del espectro que reposaba en el escenario muerto – Déjeme guardar su tomo en la estantería – concluyó el Creador, escondiendo hábilmente otros papiros entre las páginas de aquel libro, a las sombras del sueño.”
La segunda pieza había concluido... menester era perseguir al jardinero.
Daniel Villanueva
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